Hoy por la mañana recibí una carta de un cercano amigo que reside en Barcelona, en el paquete venía una revista de un evento de allá llamado Razzmatazz. En fin, lo interesante de todo esto es que en Diciembre se presentaron en aquel festival los Happy Mondays, motivo por el cual publican un interesante artículo sobre ellos que a continuación reproduzco para vuestro deleite.
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Reactivados de nuevo desde sus últimos conciertos en 2000, de los que renacieron con puntuales shows el pasado verano, Happy Mondays coronarán la onomástica de nuestra querida sala con su mezcla de psicodelia sixtie, funk de los setenta y dance ochenteno. Un pedazo de historia al alcance de nuestras manos y el regreso de una banda que inspira como pocas el espíritu de Razzmatazz. Desdse que el grupo empezara su andadura a mediados de los ochenta, la influencia de su collage rock’n’house no ha parado de crecer. Con unos compañeros de generación que vivían casi tan deprisa como ellos (The Stone Roses, New Order, The Farm, The Charlatans, Inspiral Carpets, Primal Scream), estos bravos genios dibujaron un extasiado caleidoscopio de neo-psicodelia y alucinaciones al que dieron forma con su irreverencia y sus escándalos, pero sobretodo con sus canciones. Álbumes como “Squirrel and G-Man Twenty Tour Hour Party People Plastic Face Cant Smile (White Out)” (Factory, 1987), “Bummed” (Electra, 1988) y, sobre todo, “Pills’n’Thrills and Bellyaches” (Electra, 1990) les convirtieron en una de las primeras bandas de rock en utilizar técnicas de hip-hop para una música preñada de beats surrealistas. El peso de su popularidad y creatividad inundó de tal forma el rock’n’roll británico de los noventa que grupos como The Chemical Brothers y Oasis no serían nada sin ellos. Después de haber conseguido guiñar un ojo a la bizarra cultura pop, sus principales cabecillas formarían Black Grape, pero ese es otro viaje.
Ellos supieron rodearse de manos maestras como John Cale (The Velvet Underground), Joe Strummer (The Clash), Paul Oakenfold, o Tina Weymouth y Chris Frantz (Talking Heads), pero el hedonista y nocturno espíritu del grupo siempre anidó en Shaun Ryder, un talentoso y surrealista “dancewriter” que no se ruborizaba al robar y mutilar canciones de otros artistas. Celebrando arrítmicamente la espiral de sexo, drogas, violencia y trabajos de mierda que les rodeaban, los Happy Mondays se evadían de la dopada realidad festejando un nuevo estilo de vida, excesos mediante. De este modo, Manchester se convirtió en Manchester y ellos fueron los instigadores más genuinos de la diversión tal como hoy la conocemos. Simplemente su legado representa un momento irrepetible de la historia de la música: aquel en el que descubrimos cómo combatir la desidia de los comienzos de semana.
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Reactivados de nuevo desde sus últimos conciertos en 2000, de los que renacieron con puntuales shows el pasado verano, Happy Mondays coronarán la onomástica de nuestra querida sala con su mezcla de psicodelia sixtie, funk de los setenta y dance ochenteno. Un pedazo de historia al alcance de nuestras manos y el regreso de una banda que inspira como pocas el espíritu de Razzmatazz. Desdse que el grupo empezara su andadura a mediados de los ochenta, la influencia de su collage rock’n’house no ha parado de crecer. Con unos compañeros de generación que vivían casi tan deprisa como ellos (The Stone Roses, New Order, The Farm, The Charlatans, Inspiral Carpets, Primal Scream), estos bravos genios dibujaron un extasiado caleidoscopio de neo-psicodelia y alucinaciones al que dieron forma con su irreverencia y sus escándalos, pero sobretodo con sus canciones. Álbumes como “Squirrel and G-Man Twenty Tour Hour Party People Plastic Face Cant Smile (White Out)” (Factory, 1987), “Bummed” (Electra, 1988) y, sobre todo, “Pills’n’Thrills and Bellyaches” (Electra, 1990) les convirtieron en una de las primeras bandas de rock en utilizar técnicas de hip-hop para una música preñada de beats surrealistas. El peso de su popularidad y creatividad inundó de tal forma el rock’n’roll británico de los noventa que grupos como The Chemical Brothers y Oasis no serían nada sin ellos. Después de haber conseguido guiñar un ojo a la bizarra cultura pop, sus principales cabecillas formarían Black Grape, pero ese es otro viaje.
Ellos supieron rodearse de manos maestras como John Cale (The Velvet Underground), Joe Strummer (The Clash), Paul Oakenfold, o Tina Weymouth y Chris Frantz (Talking Heads), pero el hedonista y nocturno espíritu del grupo siempre anidó en Shaun Ryder, un talentoso y surrealista “dancewriter” que no se ruborizaba al robar y mutilar canciones de otros artistas. Celebrando arrítmicamente la espiral de sexo, drogas, violencia y trabajos de mierda que les rodeaban, los Happy Mondays se evadían de la dopada realidad festejando un nuevo estilo de vida, excesos mediante. De este modo, Manchester se convirtió en Manchester y ellos fueron los instigadores más genuinos de la diversión tal como hoy la conocemos. Simplemente su legado representa un momento irrepetible de la historia de la música: aquel en el que descubrimos cómo combatir la desidia de los comienzos de semana.
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