Extraído de "Hildebrandt en sus trece"
Una de las cosas más agresivas del fujimorismo fueron sus damitas, aquellas brujas que te mordían la yugular si te atrevías a cuestionar al jefe de la banda que pudrió al país desde palacio de gobierno. Recuerdo que cuando dirigía “Liberación” las llamadas más procaces, las amenazas más callejoneras, los insultos más estofados tenían agudas voces de mujer. ¿Quién puede olvidar a la Carmen, la Martha, la Luz de aquellos tiempos? ¿Quién puede omitir, en un recuento de la mugre, a Blanca Nélida Colán, Fiscal de la Nación fujimorista? ¿O a la señora Cuculiza contándole a Montesinos sus cuitas amorosas, entre otras groserías? ¡Igualdad de género!
Hay pruebas, judiciales y policiales, de que en las jaurías de esa bestia polpotiana llamada Abimael Guzmán las más crueles eran las mujeres, encargadas muchas veces de dar tiros de gracia, encender la mecha, capacitar en técnicas dinamiteras a los recién llegados. En el libro “Los rendidos. Sobre el don de perdonar” su autor, José Carlos Agüero, revela que fue su madre quien arrastró a su padre al senderismo. Y desde Edith Lagos hasta las que planearon el asesinato de María Elena Moyano, el marxismo-leninismo lucanamarquino demostró que, a la hora del degüello, las mujeres eran tan importantes como los hombres. Cuando Guzmán fue capturado y se rindió como gallina ciega lo primero que vimos fue a un grupo de súcubos (con cara de íncubos) que lo protegía, empezando por la letal señora Iparraguirre. ¡Igualdad de género!
Toda biografía de Mao Tse Tung no puede dejar de nombrar, en rol más que protagónico, a Chiang Ching, su esposa, la jefa de la llamada “banda de los cuatro”, la más radical, la inspiradora de la “revolución cultural” que, a partir de 1966, puso a China patas arriba derribando a los moderados y fomentando una anarquía devastadora. ¿Habría llegado a tanto Juan Domingo Perón de no haber contado con Evita? ¿No fue Benazir Bhutto digna heredera de su padre, Zulfiqar Ali Bhutto, tan corrupto como ella? ¿Y no es Keiko Fujimori el resumen cabal, genético y moral, de su progenitor, el hombre que un día nos dijo que se iría a una cita cumbre en Brunei para más tarde aparecer en Tokio, renunciar por fax y hacerse luego ciudadano japonés para intentar un sillón en el senado de su verdadera patria? ¡Igualdad de género!
Más que de igualdad podríamos hablar de asimetría pro feminista en el caso de la señora Nadine Heredia. Era ella la dueña del negocio, la madre del cordero, la causa, la raíz. Era ella quien tomaba las decisiones, orientaba la nave, daba órdenes a “sus” ministros y, ahora vemos, recibía el cash después de gestionarlo arduamente ante las instancias correspondientes. Su esposo, el que había ganado formalmente las elecciones, fue muchas veces el hombre de paja dominado por esta mariscala del dinero y las gollerías mal habidas. El intrascendente señor Humala tiene tanta responsabilidad penal como la señora que lo empequeñeció, pero nadie de los que conocieron a la pareja duda respecto de quién usaba los pantalones. Quizá no hay cargo más grave para ambos que haberse burlado de quienes creyeron en su nacionalismo. En la hipótesis remotísima de que Jorge Barata estuviese mintiendo, el dúo Heredia-Humala merecería el desprecio popular sólo por haber desacreditado hasta la náusea una opción de centro izquierda. Ahora lo sabemos: para este par de farsantes el nacionalismo fue una palabra vacía, una resonancia magnética, un anzuelo para bobos. Que se los trague el olvido. Que los recuerde la baja policía.
CÉSAR HILDEBRANDT
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