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viernes, 23 de febrero de 2018

Fábula del progreso y la inclusión


Por JUAN MANUEL ROBLES
Extraído de "Hildebrandt en sus trece"

Si hay un subgénero que me hipnotiza es el de los comerciales de televisión de autoayuda social. Surgieron en los últimos años, y usan una poderosa narrativa de progreso como país —ese país que se volvió un milagro— para enlazarla a tu desarrollo personal, a tus sueños de ascenso, cemento y expansión. Varias corporaciones hicieron uso de esa fuente de energía, esa idea de nuevo amanecer que —para usar el mismo lenguaje— propone “cambiar el chip”. La Coca Cola lanzó un comercial en el que escuelea a los peruanos contra la negatividad de esa frase tan fea que dice “tu envidia es mi progreso”: con iluminación perfecta, sugieren cambiarla por “la felicidad es mi progreso”, con gaseosa condescendencia (y sin reparar en que la frase popular es justamente una ironía que critica a los envidiosos). El BCP quiso hacer que te aprendas de memoria la “nueva” estrofa del himno —colocada en el segundo gobierno de Alan García—, haciendo énfasis en que la anterior versión contribuye a la baja autoestima (“el peruano oprimido”). La estrofa “ganadora” apareció en todos los cajeros. La idea era esta: ¿Por qué seguir con discursos de perdedores resentidos si, evidentemente, somos unos winners? Lo interesante es que no se crearon nuevos referentes. Más bien, se modificaron frases y melodías que llevan décadas en nuestra memoria sentimental. Fue como un hackeo de recuerdos. A veces, el marketing a gran escala y el estalinismo se parecen.

La marca que ha producido las piezas más alucinantes de esta corriente es MiBanco, la financiera para los empresarios emergentes. En el 2015, lanzaron una versión de la canción “Cholo soy”, de Luis Abanto Morales, totalmente alterada. En el comercial —una mujer besando un fajo de billetes y distintas formas de adorar al dinero—, suena la letra, en la que desaparece cualquier queja, reivindicación o rabia. Es asombroso: una canción de protesta —un lamento profundo—, termina convertida en una oda al capitalismo más ramplón. Nosotros los cholos lo tenemos todo. Todo nos alcanza. Donde había denuncia, hay jactancia. Más o menos como si Cencosud usara un tema de Víctor Jara para promocionar el Costanera Center, y “Plegaria de un labrador” se volviera un himno en honor al nuevo rascacielos monstruoso enorme del grupo (“levántate y mira a la montaña”); como si cambiaran “venceremos” por “vencimos”. En todo caso, toda la épica de aquel comercial de MiBanco se desinfla al final, cuando la voz en off va al grano:

—Si ganas desde 30 soles al día pide tu préstamo.

Nunca me habían preocupado mucho esos comerciales. Al fin y al cabo, la publicidad es el territorio de la fantasías exageradas de bienestar. Casi diría que disfruto todo eso: me gusta la historieta fantástica según la cual el Perú “se encuentra” y avanza sin complejos. Lo malo es que, en estos casos, la publicidad, al utilizar una interpretación antojadiza de sucesos reales —y un tono sociológico—, es tomada como cierta por mucha gente. Entonces surgen distorsiones. Egos hinchados. Alucines.

He vuelto a pensar en eso esta semana, cuando vi un hallazgo de las redes: el modesto lomo saltado de cierto restaurante cuesta 65 soles. Es un escándalo y una burla, un atentado contra el sentido común. La gente se ríe. Pero no tanto: de pronto aparece —porque siempre aparece— una voz cínica de confort, que busca normalizar el absurdo. “Pagamos 65 soles, ¿y qué?” Alguien lo secunda: “si no te cuadra el precio, es porque no eres ‘el target’ del restaurante”. Por algún motivo, me pareció una manera muy peruana —neoperuana— de responder.

Desear una especulación sin límites es de gente con mucho dinero… O gente que fantasea tenerlo y cree que eso siempre depende de uno mismo. Gente que acepta el juego, que lo cree justo. Al fin y al cabo, quejarse por un costo muy caro es de peruanitos del ayer. ‘Nosotros los cholos / no nos lamentamos’.

Los comerciales de la ola optimista son un síntoma y, a la vez, refuerzan esta suerte de nueva personalidad local. Al menos así me parece notarlo cuando veo cómo se aborda el tema de la migración venezolana. El problema, por supuesto, no es ayudar a hermanos latinoamericanos que están en apuros. Eso está fuera de discusión. El problema es portarnos como un país rico cuando no lo somos. Fingir que hemos llegado a un nivel de desarrollo en el que ya podemos descartar ciertos trabajos. Aceptar una política de beneficios únicos para emigrantes venezolanos promovida erráticamente por un gobierno que, en realidad, lo que quiere es hacer un manifiesto político: vengan al paraíso peruano. El lomo de 65 está estrechamente relacionado a la arepa de diez soles. Ambas cosas son especulación pura. Nos gusta pensar que estamos preparados para abrir las puertas irrestrictamente —aun cuando nadie en la región lo ha hecho—; son cosas que elevan nuestro ego de “prósperos”, reforzando el espejismo.

Hubo otro comercial de MiBanco que modifica la canción “Muchacho provinciano”. Altera el doloroso sentido de la migración y lo reemplaza por la felicidad glotona de “migrar” a un local más grande. El mismo año de ese lanzamiento, Mibanco tuvo pésimas cifras, y fue absorbido por un grupo empresarial gordo. Acaba de darse una compra monopólica en el sector farmacéutico, y el hecho ha evidenciado que somos uno de los países más vulnerables del continente en temas anti-concentración. Ahora, los comentarios sobre los efectos del monopolio de medicinas llevan la angustia de quien descubre la pólvora. No existe una narrativa que nos haya sensibilizado al respecto. La fábula del progreso y la ampliación, tal como circula, obvia la posibilidad de la injusticia. Uno olvida que, siendo 2018, el banco de los comerciales sociológicos termina su spot así:

—Pide tu préstamo para los útiles escolares.

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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

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