Por Luis Lles
Extraído de ROCK DE LUX (Febrero 2014)
Hasta la llegada de Tiësto, Avicii y David Guetta, el mundo de los DJs, salvo excepciones, era todo menos espectacular. Ni siquiera los divos house (David Morales, Danny Tenaglia) se habían rodeado de una parafernalia visual más allá de los VJs de turno, y la estética había sido siempre más bien de catacumba. Lo de las brasileñas bailando junto a Jeff Mills en el Sónar fue simplemente anecdótico, y los visuales y los juegos de luces de Richie Hawtin estaban enfocados, sobre todo, al terreno de lo arty. Lo más cerca a una cierta espectacularidad en este mundillo eran los shows megalómanos de los franceses influidos por la grandeur de Jean-Michel Jarre (Daft Punk, Etienne de Crécy, Justice) y los campeonatos de DMC disputados por DJs con afán acrobático, que podían llegar a pinchar con la boca, vueltos de espaldas o boca abajo. Y allí se acababa todo. O casi. Hasta que deadmau5 y Skrillex aparecieron para cambiar las reglas del juego, logrando acercar la pista de baile a esa sociedad del espectáculo que Guy Debord aborrecía. De esta forma, los abanderados de la EDM se sitúan en el lado opuesto al situacionismo y, como diría Debord, “sustituyen la vida social auténtica por una imagen representada”: la imagen en lugar de lo real. En el marco de la club culture actual, lo contrario a la espectacularidad que buscan los shows de la EDM serían esos Boiler Rooms en los que el público rodea al DJ como si estuviera en la sala de estar de su casa. Una apuesta por la cercanía frente a la grandilocuencia y la pomposidad.
ADOLESCENCIA EMO
Y, sin embargo, los inicios de Skrillex en la música se sitúan en los opuestos (y supuestamente auténticos) parámetros del fenómeno post-hardcore. Nacido en 1988 en el noreste de Los Ángeles, Sonny John Moore (su verdadero nombre) fue víctima de bullying siendo niño. Su baja estatura y su poco agraciado físico seguramente hicieron de él un adolescente retraído que padeció bulimia y que buscó su refugio en la música. No tardó en acudir a sus primeros conciertos punk, y a los 16 años, al mismo tiempo que descubría que era adoptado y que una supuesta amiga de la familia era en realidad su madre biológica, forma junto a Matt Good el grupo post-hardcore (facción emocore) From First To Last, con el que editaría dos álbumes para el sello Epitaph, “Dear Diary, My Teen Angst Has A Body Count” (2004) y “Heroine” (2006), que tuvieron cierta repercusión.
Pero tras una gira junto a Atreyu, en 2007 decide abandonar definitivamente la banda, en la que ejercía de cantante. Un hecho que se produce al tiempo que comienza a hacerse asiduo de las raves californianas, aunque el propio Skrillex afirma que su particular epifanía electrónica se produjo “tras ver el show de la pirámide de Daft Punk en el año 2007. Compré un tique de 150 dólares y con él accedí al mejor momento de toda mi vida. Me cambió para siempre. Me gustaría que mis actuaciones surtieran el mismo efecto que ese show de Daft Punk tuvo en mí”. Preguntado por la posible influencia de su bagaje hardcore en la música electrónica que produce en la actualidad, señala que “las cosas que has hecho en el pasado trascienden de forma natural en lo que haces después, de una manera consciente o no. Al fin y al cabo, todo lo que hago forma parte de mí”.
ASCENSIÓN METEÓRICA
Su primera aparición en solitario se produjo en compañía de la arpista Carol Robbins, pero es en 2008 cuando decide adoptar el nombre de Skrillex (entre sus amigos era conocido como Skrill o Skrilly) y comienza a actuar en el circuito de clubes de Los Ángeles. En 2009 gira como Sonny And The Blood Monkeys (proyecto de vida efímera) y graba un álbum, “Bells”, que finalmente no se llega a editar.
2010 es el primer gran año Skrillex, el año en que comienza su meteórico ascenso: publica su primer EP digital (“My Name Is Skrillex”), aporta voz y programación electrónica al tercer álbum del grupo británico Bring Me The Horizon, se embarca en una exitosa gira norteamericana con deadmau5 y lanza su segundo EP, esta vez en formato físico, “Scary Monsters And Nice Sprites” (Mau5trap, 2010). La posible conexión con Bowie empieza y termina en el título, porque incluye seis temas (y algún remix) sin asomo de sutileza: dubstep de garrafa, hard trance para las masas, profusión de voces en helio, gotas de grime (“Scatta”, junto a Foreign Beggars) y divertidos guiños al eurobeat más cheesy (“All I Ask Of You”, “With You, Friends”). “Hay quien dice que hago música comercial”, señala Skrillex, “pero no suena en la radio ni en la MTV, y nunca he gastado ni un solo dólar en marketing en nada de lo que he hecho. Se puede ser popular sin ser comercial”.
En 2011 el electroduende angelino continuó su conquista implacable, llegando a ofrecer la friolera de 322 shows, casi uno por día, sin dejar de lado su labor como remezclador para artistas tan diversos como Lady Gaga, Snoop Dogg, Avicii, Robyn, Bruno Mars o La Roux. Además, realizó varios anuncios de videojuegos (una estética con la que conecta a las mil maravillas), colaboró en un tema de los nu metaleros Korn, creó su sello OWSLA (en el que ha editado material de amigos como Porter Robinson y Alvin Risk) y editó dos nuevos EPs: “More Monsters And Sprites” (Big Beat, 2011) –que, en realidad, solo incluía dos temas nuevos junto a varios remixes de su anterior “Scary Monsters And Nice Sprites”– y “Bangarang” (Big Beat, 2011), sin duda su trabajo más ambicioso hasta la fecha. Entre sus mayores logros, el tema que le da título (junto a Sirah), el daftpunkiano “The Devil’s Den”, esa joya de bass pop que es “Summit” (con la voz estelar de Ellie Goulding, antigua compañera sentimental de Skrillex) y “Breakn’ A Sweat”, una sorprendente colaboración surgida a partir del rodaje del documental musical “Re:Generation” (2012) de Amir Bar-Lev, que reunió a Skrillex con John Densmore, Robbie Krieger y el ya fallecido Ray Manzarek, es decir lo que quedaba entonces de The Doors. Dubstep populista teñido de psicodelia por cortesía del teclado de Manzarek y con guiños de brocha gorda al “Light My Fire”. “No había ningún plan marcado, pero creo que estábamos en la misma onda y que conectamos muy bien”.
EN EL PÚLPITO DE LA EDM
A finales de 2011 Skrillex comunicó que iba a editar un álbum titulado “Voltage”. Pero, de nuevo, fue una falsa alarma y su ansiado debut en largo, a estas alturas, todavía sigue esperando su momento. A cambio, a finales de 2012 publicó en Big Beat en formato de superlujo una caja con tres vinilos, que incluía sus tres EPs más el tema nuevo “Weekends!!!”. Ese mismo año editó el maxi “Next Order”/“Middle Finger” (OWSLA, 2012) con su proyecto paralelo Dog Blood junto a Boys Noize, así como el sencillo “Make It Bun Dem” (Big Beat-OWSLA, 2012) –una perla de ragga-dubstep junto a Damian Marley–, e incluyó su tema “Bug Hunt” en el filme de animación “Rompe Ralph” (Rich Moore, 2012).
“Me encanta hacer música jodidamente divertida, no estoy tratando de gustar a todo el mundo y no me importa que la gente me odie. Los chavales están todo el día con sus ordenadores. Pongo algo en Facebook, y a los dos segundos hay comentarios del tipo ‘¡apestas!’, o ‘¡has arruinado el dubstep!’, o ‘eres un maricón o un emo’. Pero si miras sus perfiles, te das cuenta de que son unos críos”
Finalmente, en 2013, además de quemarse el pelo cuando apagaba las velas en su fiesta de cumpleaños (otro detalle que lo acerca al lado freak de Michael Jackson), lanzó su nuevo EP “Leaving” (a destacar el introspectivo y melódico tema titular) y el excelente sencillo “Try It Out” (Big Beat, 2013) junto a su colega Alvin Risk, que demuestra una vez más que Skrillex suele ofrecer una de cal y otra de arena a lo largo de una discografía irregular que, a pesar de que todavía no cuenta con un álbum completo (algo a lo que parece haberle cogido miedo), ya ha sido bendecida con nada menos que seis premios Grammy. “Sí, quiero hacer un álbum”, señala. “Pero no tengo ninguna prisa ni presión. Prefiero ir editando los temas tal como van saliendo; de hecho, con los temas que he ido publicando en los dos últimos años en distintos EPs o bandas sonoras, se podría hacer un álbum doble”.
Efectivamente, el año pasado incluyó temas ya conocidos y otros nuevos en la banda sonora de “Spring Breakers” (2013) de Harmony Korine, la película ideal para dar lustre a sus canciones. También grabó algo con el gran Kanye West, que finalmente no llegó a ver la luz en su colosal “Yeezus” (2013). Consciente de que su música y su figura provocan una furibunda división de opiniones entre el público de la música electrónica, el rey de la EDM afirma que “me encanta hacer música jodidamente divertida, no estoy tratando de gustar a todo el mundo y no me importa que la gente me odie. Los chavales están todo el día con sus ordenadores. Pongo algo en Facebook, y a los dos segundos hay comentarios del tipo ‘¡apestas!’, o ‘¡has arruinado el dubstep!’, o ‘eres un maricón o un emo’. Pero si miras sus perfiles, te das cuenta de que son unos críos”.
El año pasado en el Sónar, con una camiseta del Barça y encaramado en lo alto de una especie de púlpito sci-fi, el segundo DJ mejor pagado del mundo según la revista ‘Forbes’ ofreció su lado más populista. Pero él defiende que su música es “el resultado de una suma de muchísimas influencias, y sobre todo de artistas del sello Warp, como Autechre, Aphex Twin (su tema ‘Flim’ es mi favorito de todos los tiempos) y Squarepusher. Simplemente, voy donde la música me lleve”. A finales del año pasado, mientras se especulaba sobre su regreso al seno de los renacidos From First To Last, se confirmaba su aterrizaje en Barcelona dentro de su gira de take overs (actuaciones consecutivas en varios locales de una misma ciudad), que antes habrá pasado por San Francisco, Nueva York y Ámsterdam. Será su definitiva prueba de fuego.
PERO ¿QUÉ DEMONIOS ES ESO DE LA EDM?
EDM es el acrónimo de Electronic Dance Music, un término tan inútil, insulso y poco descriptivo como lo puede ser el de world music. De la misma forma que “músicas del mundo” lo son todas, la música electrónica de baile (EDM) puede agrupar prácticamente todo el espectro de la música electrónica popular. Así que, definitivamente, al igual que balearic beats no es un estilo concreto, sino una forma de pinchar, la EDM no es tampoco un género en sí mismo, sino una amalgama de sonidos y ritmos que incluye el dubstep, el smash house, el hard trance, el electro, el glitchcore, el gabba, el grime, el rock sinfónico, el crack house, las inflexiones ragga, los estribillos del eurobeat y la estética del manga y los videoclips. Todo ello unido a la espectacularidad elefantiásica, manierista y pomposa (un poco a la manera del rock sinfónico) de sus presentaciones.
De su gran heterogeneidad habla el hecho de que dentro del epígrafe EDM se haya incluido a artistas tan dispares como Skrillex, Steve Aoki, deadmau5, Alvin Risk o el español Víctor Magán (hermano de Juan Magán), que en 2013 publicó “EDM A Music Compilation”. En realidad, EDM es un término que se han inventado los norteamericanos para intentar lavar su mala conciencia por haber ignorado y despreciado la música electrónica durante casi tres décadas, olvidando que precisamente Detroit, Chicago y Nueva York están en el origen de todo el fenómeno. El reciente descubrimiento por parte de los yanquis de la cultura rave ha abonado el terreno para la actual apoteosis de la EDM.
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