El trabajo de la INTERNACIONAL SITUACIONISTA (IS) se inició a principios de la décad a de 1950, bajo las directrices de la Internacional Letrista. Y para antes de 1961, la mayor parte de la actividad del grupo se podía contemplar como una continuación del trabajo característico de grupos artísticos vanguardistas anteriores, principalmente el Dadaísmo y el Surrealismo. Una serie de individuos talismánicos definieron una cierta estética de vida que arrojó luz sobre muchas de las preocupaciones del grupo -entre ellos Isidore Ducasse (conde de Lautréamont), Arthur Cravan, Saint-Just, Machiavelli, Francois Villon, Thomas de Quincey, Cardinal de Retz y Guid o Cavalcanti- así como grupos como The Cathars , The Durruti Column, The Frondeurs, The Communards y The Enragés. Uno de los temas clave de unión de estas diversas inspiraciones fue la tendencia hacia la negación total, la destrucción y la oposición a las formaciones sociales establecidas.
Junto a cierta perspectiva gamberra y un impulso hacia la perturbación de los sentidos, había una auténtica preocupación por el rigor teórico. Un a de las actividades centrales y continuas de estos grupos era la publicación de revistas y la búsqueda del debate teórico, en un intento por entender cómo de enferma estaba la sociedad y dónde podían estar los puntos de presión para el cambio. Fundamental para ello fue la convicción de Debord de que el concepto clave de la crítica del capitalismo de Marx era la reificación, definida en 1859 en la «Contribución a la Crítica de la Economía Política» como «el producto de la alienación universal». [15]
El concepto de reificación, destacado por Lukacs en «Historia y Conciencia de Clase», representa la otra cara de la dualidad implícita en el concepto de alienación, como lo resumía Marx en obras anteriores.
[15] K. Marx. «A Contribution to the Critique of Political Economy». Moscú: Progress Publishers. 1970. p.47
El principal concepto antropológico de alienación implica la pérdida de aspectos de autonomía humana frente a fuerzas estructurales dentro del modo de producción dominante. La reificación explica cómo estos aspectos de autonomía terminan por asociarse con productos económicos que, aparentemente, asumen un poder social independiente sobre la humanidad como mercancías.
El genio de Debord estriba en entender que, a medida que la reificación se iba haciendo cada vez más universal en el capitalismo avanzado, realizó una transformación dialéctica de cantidad a calidad. La relación del valor de cambio (tener), que se había abstraído de la relación del valor de uso prevalente en las formaciones precapitalistas (ser), se abstrajo aún más a una abstracción hipostatizada incluso más pura, la regla de las imágenes (apariencia).[16 ]
A este inexorable empuje hacia la cuantificación y abstracción puras, Debord lo denominó espectáculo. Los medios de comunicación son meramente la manifestación más superficial, obvia y banal de este empuje interior de las relaciones sociales capitalistas.
Lukacs expresó la forma en la que surgió esta espectacularización a partir del modo capitalista de producción en los siguientes términos:
Cuanto más aumenta la racionalización y mecanización del trabajo [del trabajador], más pierde la actividad del trabajador su carácter de actividad para convertirse en actitud contemplativa. Actitud contemplativa ante un proceso mecánicamente regulado por leyes fijas, que se desarrolla independientemente de la conciencia y sin influencia posible de la actividad humana, es decir, un sistema perfectamente cerrado...[17]
[16] A. Jappe. Op. cit. p.12-14
[17] G. Lukacs. Op. cit. p.89. Referencia citada parcialmente en G. Debord. «The Society of the Spectacle». Nueva York: Zone Books. 1995. p.25
Para Debord, corresponde a esta creciente abstracción la tendencia de las mercancías a hacerse totalmente idénticas e intercambiables como portadoras de valor. La última forma de la mercancía, una vez filtrada de ella todo contenido concreto y el posible valor de uso, es el propio tiempo. En una sociedad dirigida por la mercancía-espectáculo, la única mercancía real es el tiempo, entendido como la forma más abstracta de valor de cambio. Al darse cuenta de ello, los situacionistas alinearon sus ataques en el espectáculo para concentrar todas sus fuerzas en la negación absoluta de la mercantilización del tiempo, a través del despliegue de la mejor de sus armas: la situación construida.
El eje central de todo esto está en entender el proyecto situacionista como un intento por crear una nueva forma de subjetividad, una nueva forma de conciencia social. Éste era su proyecto -salir del sistema perfectamente cerrado del espectáculo para volver a entrar en la experiencia de la vida real.
Bruce Russell
Hacia una Ontología Social del Trabajo Sonoro Improvisado
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