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sábado, 15 de mayo de 2021

El ojo perverso del monoteísmo




Sabemos que los animales no tienen dios. Libres de religión, ignoran el incienso y la hostia, las genuflexiones y los rezos, no los vemos extasiados ante los astros o los sacerdotes, no construyen catedrales, ni templos, nunca los sorprendemos dirigiendo invocaciones a obras de ficción. Con Spinoza, imaginamos que si se crearan un Dios, lo inventarían a su imagen y semejanza: con grandes orejas para los asnos, una trompa para los elefantes y un aguijón para las abejas. Del mismo modo, pues, cuando a los hombres se les mete en la cabeza dar a luz a un Dios único, lo hacen a su imagen y semejanza: violento, celoso, vengativo, misógino, agresivo, tiránico, intolerante... En resumidas cuentas, esculpen su pulsión de muerte, el aspecto sombrío, y hacen de ello una máquina lanzada a toda velocidad contra sí mismos... 

Pues únicamente los hombres inventan mundos subyacentes, dioses o un solo Dios: sólo ellos se prosternan, humillan y rebajan; sólo ellos fantasean y creen firmemente en historias inventadas con esmero para evitar mirar cara a cara su destino; sólo ellos, a partir de esas ficciones, construyen un delirio que arrastra consigo una retahíla de disparates peligrosos y nuevas evasivas; solos, según el principio de la máxima estupidez, trabajan con ardor por la realización de lo que, sin embargo, esperan evitar más que nada: la muerte. 

¿La vida les parece insoportable con la muerte como fin ineludible? Rápidamente se avienen a llamar al enemigo para que gobierne su vida; desean morir un poco, con regularidad, todos los días, a fin de creer, cuando llegue la hora, que les será más fácil morir. Las tres religiones monoteístas incitan a renunciar a la vida del aquí y ahora, con el pretexto de que algún día será necesario resignarse a ello: preconizan un más allá (ficticio) para impedir el goce pleno en la tierra (real). ¿Su combustible? La pulsión de muerte y las incesantes variaciones sobre el tema. 

¡Extraña paradoja! La religión responde al vacío ontológico que descubre todo el que se entera de que va a morir un día, que su estadía en la tierra está limitada en el tiempo y que la vida se inscribe brevemente entre dos nadas. Las fábulas aceleran el proceso. Instalan la muerte en la tierra en nombre de la eternidad en el cielo. Por ello, arruinan el único bien del que disponemos: la materia viva de una existencia cortada de raíz con el pretexto de su finitud. Ahora bien, dejar de ser para evitar la muerte es un mal cálculo. Pues dos veces pagamos a la muerte un tributo que hubiese bastado con pagar una vez. 

La religión surge de la pulsión de muerte. Esa extraña fuerza perversa en el vacío del ser trabaja para destruir lo que es. Donde algo vive, se expande, vibra, se mueve una fuerza contraria indispensable para el equilibrio que desea detener el movimiento e inmovilizar el flujo. Cuando la vitalidad abre caminos, cava galerías, la muerte se activa, es su modo de vida, su manera de ser. Echa a perder los proyectos de ser para destruir el conjunto. Venir al mundo es descubrir el ser para la muerte; ser para la muerte es vivir día a día el descuento de la vida. Sólo la religión parece detener el movimiento. En realidad, lo precipita... 

Cuando se vuelve contra uno mismo, la pulsión de muerte genera todas las conductas de riesgo, los tropismos suicidas y las exposiciones al peligro; dirigida contra el otro, genera agresión, violencia, crímenes y asesinatos. La religión del Dios único se adhiere a esos movimientos: trabaja a favor del odio hacia sí mismo, el desprecio al cuerpo, el desprestigio de la inteligencia, la denigración de la carne y la valorización de todo lo que niega la subjetividad gozosa; proyectada contra el otro, fomenta el desprecio, la maldad y la intolerancia que dan lugar a los racismos, la xenofobia, el colonialismo, las guerra y la injusticia social. Una mirada a la historia basta para comprobar la miseria y los ríos de sangre vertidos en nombre del Dios único... 

Los tres monoteísmos, a los que anima la misma pulsión de muerte genealógica, comparten idénticos desprecios: odio a la razón y a la inteligencia; odio a la libertad; odio a todos los libros en nombre de uno solo; odio a la vida; odio a la sexualidad, a las mujeres y al placer; odio a lo femenino; odio al cuerpo, a los deseos y pulsiones. En su lugar, el judaísmo, el cristianismo y el islam defienden la fe y la creencia, la obediencia y la sumisión, el gusto por la muerte y la pasión por el más allá, el ángel asexuado y la castidad, la virginidad y la fidelidad monogámica, la esposa y la madre, el alma y el espíritu. Eso es tanto como decir "crucifiquemos la vida y celebremos la nada". 

Aplastar la inteligencia. 


El monoteísmo detesta la inteligencia, esa virtud sublime definida como el arte de unir lo que, a priori y casi siempre, parece desunido. Posibilita las causalidades inesperadas, pero verdaderas: enuncia explicaciones racionales, convincentes, basadas en razonamientos, y rechaza todas las ficciones fabricadas. Con la inteligencia, evitamos los mitos y los cuentos para niños. No hay paraíso después de la muerte, ni alma salvada o condenada, no hay Dios que todo lo sabe y todo lo ve: bien dirigida, y según el orden lógico, la inteligencia, atea a priori, impide el pensamiento mágico. 

Los defensores de la ley mosaica, de las tonterías crísticas y de sus clones coránicos comparten la misma fábula sobre el origen de la negatividad en el mundo: en el Génesis (3:6) —tanto en la Tora como en el Antiguo Testamento de la Biblia cristiana— y en el Corán (2:29), encontramos la misma historia de Adán y Eva en un Paraíso en el que un Dios prohíbe acercar- se a un árbol mientras que un demonio incita a la desobediencia. Versión monoteísta del mito griego de Pandora, la primera mujer comete lo irreparable, sin duda alguna, y su acto propaga el mal por todo el planeta. 

Ese relato, que en tiempos normales sólo sirve para engrosar la colección de cuentos o historias sin pies ni cabeza, ha tenido consecuencias considerables en las civilizaciones. Odio a las mujeres y a la carne, culpa y deseo de arrepentimiento, búsqueda de una reparación imposible y sometimiento a la necesidad, fascinación por la muerte y pasión por el dolor: otras tantas ocasiones para activar la pulsión de muerte. 

¿Qué deja entrever esta historia? Un Dios que prohíbe a la pareja primordial comer del fruto del árbol del conocimiento. Sin duda, se trata de una metáfora. Fue necesario que los Padres de la Iglesia sexualizaran la historia, porque el texto es claro: comer ese fruto desengaña y permite distinguir entre el bien y el mal, por lo tanto, ser semejante a Dios. Un versículo habla de un árbol deseable para adquirir la inteligencia (3:6). No hacer caso de la imposición es preferir el saber a la obediencia, querer saber antes que someterse. Digámoslo de otro modo: optar por la filosofía contra la religión. 

¿Qué significa la prohibición de la inteligencia? Todo se puede en ese magnífico jardín, menos volverse inteligente —el árbol del conocimiento— o inmortal —¿el árbol de la vida?—. 

¿Qué destino les reserva Dios a los hombres? ¿La imbecilidad y la mortalidad? Sólo un Dios muy perverso sería capaz de ofrecer esos dones a sus criaturas... Alabemos, pues, a Eva, que opta por la inteligencia al precio de la muerte, cuando Adán no percibe de inmediato lo que está en juego en el Paraíso: la eterna felicidad del imbécil contento. 

Después que la dama comió del fruto sublime, ¿qué descubrieron los desgraciados? Lo real. Lo real y nada más: la desnudez, sus partes pudendas, pero también, luego de la reciente adquisición del saber, su lado cultural, al menos sus potencialidades por medio de la creación de un taparrabos con hojas de higuera —y no de parra—... Y también el rigor de lo cotidiano, lo trágico de todo destino, la brutalidad de la diferencia sexual, el abismo que separa para siempre a hombre y mujer, la imposibilidad de evitar el trabajo pesado, la maternidad dolorosa y la muerte soberana. Una vez liberados, y para evitar la transgresión que permite acceder a la vida eterna —pues el árbol de la vida roza el árbol del conocimiento—, el Dios único, desde luego bueno, dulce, amable y generoso, expulsó a Adán y a Eva del Paraíso. Aquí estamos desde entonces... 

Primera lección: si rechazamos la ilusión de la fe, el consuelo de Dios y las fábulas de la religión, si preferimos querer saber y optamos por el conocimiento y la inteligencia, entonces lo real se nos aparecerá tal como es: trágico. Pero más vale una verdad que mata de inmediato la ilusión y permite no perder del todo la vida sometiéndola a la muerte en vida, que una historia que consuela en el momento, sin duda, pero no toma en cuenta nuestro verdadero bien: la vida del aquí y ahora. 


MICHEL ONFRAY
Tratado de ateología

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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

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las cosas como son II

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