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lunes, 2 de agosto de 2021

Les Modernes 2

... El hipsterismo entronca también, como producto cultural independiente, con la bohemia europea. Si en Europa la bohemia halla su modelo original en la imagen idealizada de los gitanos, que provienen de Bohemia y viven al margen de la sociedad, el hipsterismo aspira a imitar la vida del negro americano, que no encaja con las convenciones del establishment. A mediados de los cuarenta y cincuenta en Estados Unidos, el blanco de clase media «que sabe» contempla al negro con admiración, como aquel exiliado forzoso cuyo ostracismo le singulariza necesariamente. Al igual que el chulo de putas Drexl en Amor a quemarropa (1993) o el Meswy, miembro del Club de los Poetas Violentos, ya en los años treinta proliferaban, en distintos barrios, blancos que querían ser negros. Malcolm X nos cuenta en sus memorias con desprecio cómo en sus años de buscavidas en Harlem se encontraba a menudo con alguno de dichos personajes. El hipster, hastiado de los modos y restricciones de la convención, aspira a desvincularse del clima biempensante para adentrarse en el lado oscuro, propio de impenitentes e irredentos. Lo negro, en este sentido, es escogido, entre otras cosas, por representar lo diametralmente opuesto al mundo convencional; por ser la pura negación de aquello que el propio hipster rechaza de sí mismo. En esta transición hacia el otro lado trata de formarse una identidad que encaje con sus ideales y le libere de su hastío de sí mismo y de sus orígenes.

Nos encontramos de nuevo con un fenómeno fuente de mucha actividad social: la huida de uno mismo. Ya sea uno un blanco norteamericano de clase media en los años cincuenta que aspira a ser negro o una persona de provincias del 2017 que quiere ser moderna, se trata de desembarazarse de los orígenes para transformar la identidad y convertirla en su contrario. Si la socialización primaria es aquella que realiza todo niño para integrarse en el mundo social al que pertenece, el moderneo es una socialización secundaria. En este caso, realizada con plena conciencia para pertenecer a un modelo elegido. Queremos desvincularnos de la identidad que nos ha tocado en suerte y construir una nueva más afín a nuestros intereses.

El hipsterismo original, por tanto, es un fenómeno asociado a la individualidad y a la creatividad. Como un poeta, el hipster realizaba asociaciones de ideas poco comunes, tenía costumbres diferentes y resultaba atractivo a muchos por su singularidad. Emanaba carisma. Sin embargo, tras el paso de los años y el pleno establecimiento de la cultura de masas, este tipo de movimientos negadores del  statu quo han sido reabsorbidos por el sistema capitalista para ser integrados y explotados. Este es el proceso que Marcuse describía «como la habilidad del sistema para  reinventar, reordenar, y transformarse a sí mismo, por la absorción y asimilación de las herramientas de disensión». Entre otros símbolos de disensión integrados por el sistema contamos con el peinado afro, originalmente una protesta afroamericana para realzar la belleza de lo «negro»; la transmutación gradual de hippies en yuppies; o la imagen del Ché Guevara capitalizada en camisetas y demás artículos. Así, a principios del siglo XXI el hipster se convierte en un producto de consumo. Individuos de todo tipo, género y orientación sexual aspiran a lograr la distinción adhiriéndose a formas de conducta y vestimenta ya estandarizadas por el mercado. Contradictoriamente, el moderno trata de singularizarse uniformando su conducta y apariencia, adaptándola a criterios colectivos. El hipster se convierte ahora en su contrario: no cuestiona el sistema de valores en el que vive inmerso, sino que pasa a formar parte de él con toda intención.

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Aunque los modernos no son todos pijos, actualmente existen muchos pijos que adoptan estéticas próximas al moderneo. Como dice una amiga mía: «¡Los pijos ya no existen!». Generalmente estos han abandonado sus formas de identificación tradicional para ser guays o modernos. Esto es menos común, sin embargo, entre las clases más altas, que tratan de preservar su identidad y visibilizar así sus privilegios tradicionales. Para estas personas, adoptar una estética globalizada supondría una pérdida más que un beneficio. Entre ellos persiste el uso de melenas leonadas, perlas, botas camperas, chaquetas de caza Barbour, grandes crucifijos y otros complementos similares. A pesar de ello, actualmente muchos miembros de las clases medias altas tienen cuentas de Instagram con imágenes estéticamente hipster, les gusta el rap, hacen algún que otro movimiento de «break dance» o se dedican ocasionalmente a ejercer de pinchadiscos (¡nada de escuchar a Hombres G!). También son cada vez más comunes en Madrid los pijo-progres de derechas. Muchos viven en Infanta Isabel y Chamberí. Un momento ideal para avistar a estos especímenes son los domingos en la terraza más soleada de la plaza de Olavide o las noches de fin de semana en la Calle Ponzano. Llevarán gafas de sol, fulares, tonos pardos, barba, a veces un gorrito de lana, y una cierta expresión facial de autocomplacencia distante.


IÑAKI DOMINGUEZ
Sociología del Moderneo
2017

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barbarismos

barbarismos
El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

las cosas como son

las cosas como son II

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