Hace 30 años los atípicos shoegazers Swallow publicaron una gema que los volvería inmortales: BLOW.
De toda la fama shoegazer/dream-pop noventera uno de los proyectos que más impresionaron y consiguieron la atención de la cofradía limeña por aquellos días de fuego y visiones fue SWALLOW. Pertenecían al roster del sello 4AD y su sonido etéreo femenil les hacía descendientes directos de Cocteau Twins. En "Blow" (1992) alcanzan perfecciones de miel y edenes ultrajados de coloraciones naif y sensuales. Muchos afirmaban que era el álbum perfecto para fornicar y estar enamorado. Formados en Londres por Louise Trehy y Mike Mason, el dueto se distinguía del resto de grupos de "la escena que se celebra a sí misma" por practicar un enfoque más dado al avant rock y la electrónica. ¿Alguien dijo Seefeel?
Louise consigue hechizar cada vez que susurra y canta mientras que las atmósferas de teclados y violas, administradas por Mason y Trehy, dotan de carácter shoegaze al "Blow"; una de las joyas de los prístinos 90, ocupando sitial de honor al lado del "Whirlpool" de Chapterhouse, el "Just For A Day" de Slowdive o el "In Ribbons" de Pale Saints. Tal es la genialidad de esta maravilla.
Swallow ejerció (descarada) influencia en formaciones como los primeros Silvania y los gauchos Mellonta Tauta. Quizá sufrieron la ventura de pertenecer a un sello que se decantaba por bandas más redituables y de volcarse a experimentar con su propio sonido: su discografía los muestra mutando de los esotéricos remixes de "Blowback" al indie ambiental de "Hush" EP, este último ya en Rough Trade Records, donde concluirían su viaje al negárseles financiamiento a un segundo documento.
Himnos como "Follow Me Down" o "Tastes Like Honey" hacen explotar el corazón de todo shoegazer que se precie. Nos han llevado a un reino mágico y esquirlas de él residen en algún lugar dentro de cada uno. Por tanto poco podemos decir para celebrar con justicia a un disco que como "Blow", nos remitió a la placenta auroral de los sueños en flor.
Wilder Gonzales Agreda.
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