Extraído de "Antimanual de Filosofía" de MICHEL ONFRAY
(2013)
Étienne de la Boétie (francés, 1530-1563)
Cuando tenía unos diecisiete años escribe un importantísimo libro, Discurso de la servidumbre voluntaria (1547), en el que propone una teoría de la esencia del poder: su existencia procede exclusivamente del consentimiento de aquellos sobre los que se ejerce. No querer servir, ahí está la condición de la libertad.
«Estad resueltos a no servir más»
Este que os domina tanto no tiene más que dos ojos, no tiene más que dos manos, no tiene más que un cuerpo, y no tiene ni una cosa más de las que posee el último hombre de entre los infinitos que habitan en vuestras ciudades. Lo que tiene de más sobre todos vosotros son las prerrogativas que le habéis otorgado para que os destruya. ¿De dónde tomaría tantos ojos con los cuales os espía si vosotros no se los hubierais dado? ¿Cómo tiene tantas manos para golpear si no los toma de vosotros? Los pies con que holla vuestras ciudades, ¿de dónde los tiene si no es de vosotros? ¿Cómo tiene algún poder sobre vosotros, si no es por obra de vosotros mismos? ¿Cómo osaría perseguiros si no hubiera sido enseñado por vosotros? ¿Qué os podría hacer si vosotros no fuerais encubridores del ladrón que os roba, cómplices del asesino que os mata y traidores a vosotros mismos? Sembráis vuestros frutos a fin de que él en vuestra presencia los devaste; amuebláis y ocupáis vuestras casas para proveer a sus expediciones de robo; criáis a vuestras hijas a fin de que tenga en qué saciar su lujuria; alimentáis a vuestros hijos a fin de que él los lleve consigo; para, en el mejor de los casos, conducirlos a la matanza en sus guerras, o convertirlos en administradores de sus codicias y ejecutores de sus venganzas; os despedazáis dolorosamente, a fin de que él pueda tratarse delicadamente en sus diversiones y revolcarse en sucios y villanos placeres; os debilitáis a fin de hacerlo más fuerte y rudo y teneros más cortos de la brida. ¡Hacéis tantas indignidades que las bestias mismas no aguantarían ni sufrirían! Pero podéis libraros si ensayáis no siquiera a libertaros, sino únicamente a querer ser libres. Estad resueltos a no servir más y seréis libres. No deseo que lo forcéis, ni le hagáis descender de su puesto; sino únicamente no sostenerlo más; y lo veréis como un gran coloso al que se ha quitado la base, y por su mismo peso se viene abajo y se rompe.
Discurso de la servidumbre voluntaria (1547), traducción de José María Hernández-Rubio, Tecnos, Madrid, 1986
Jean Meslier (francés, 1664-1729)
Cura ateo. Lleva su vida de sacerdote sin hacerse notar demasiado en su congregación de Ardennes, mientras en secreto escribe unas Memorias que denuncian a Dios, a la religión, al cristianismo, a la fe, a la monarquía, al rey, al clero. Apela a la revolución mucho antes de que esta esté de actualidad.
Rebelión, modo de empleo
El abundante jugo que alimenta todas esas soberbias y orgullosas naciones de las que acabo de hablar, son las grandes riquezas, y las importantes ganancias que ellos extraen todos los días del penoso trabajo, o de los penosos trabajos de vuestras manos. Porque no es sino (de) vosotros, y no es más que por vuestra industria, y por vuestros penosos trabajos, que viene la abundancia de todos los bienes, y de todas las riquezas de la tierra. Es ese jugo abundante, que ellos extraen de vuestras manos, lo que los sostiene, los alimenta, los engorda, y los hace tan fuertes, tan poderosos, tan orgullosos, tan altivos y soberbios como son. Pero ¿queréis (vosotros), pueblos, queréis hacer secar enteramente todas las raíces de esas soberbias y orgullosas naciones? Privadlas solamente de ese jugo abundante, que ellos extraen por vuestras manos de vuestras penas y vuestros trabajos. Retened vosotros mismos, por vuestras manos, todas esas riquezas, y todos esos bienes que hacéis venir tan abundantemente, con el sudor de vuestros cuerpos; retenedlos para vosotros mismos, y para todos vuestros semejantes, no deis nada de ellos a esas soberbias e inútiles naciones, no deis nada de ellos a esos soberbios y ricos holgazanes; no deis nada de ellos a esos monjes y eclesiásticos inútiles; no deis nada de ellos a esas altivas y orgullosas noblezas; no deis nada de ellos a esos soberbios y orgullosos tiranos, ni a los que los sirven.
Mandad incluso a todos vuestros hijos, a todos vuestros parientes, a todos vuestros aliados, y a todos vuestros amigos que los abandonen, y abandonar totalmente su servicio, y no hacer nada por ellos; excomulgadlos enteramente de vuestra sociedad; miradlos por todas partes como miraríais a los excomulgados entre vosotros, y de ese modo los veréis pronto secarse, como se secarían hierbas y plantas cuyas raíces no chuparan ya el jugo de la tierra.
Memorias de Jean Meslier (después de 1718) (traducción para este libro de Irache Ganuza Fernández)
Henri-David Thoreau (norteamericano, 1817-1862)
Poeta, ensayista, memorialista, comprometido en la lucha contra la esclavitud, dimisionario de la educación porque no quería pegar a sus alumnos, encarcelado por no haber pagado voluntariamente sus impuestos, rechaza su liberación y el pago de la fianza que la habría permitido. Vive un tiempo en soledad en una cabaña en medio del bosque.
Nadie es justo gracias a la ley
Yo creo que debiéramos ser hombres primero y ciudadanos después. Lo deseable no es cultivar el respeto por la ley, sino por la justicia. La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en cada momento lo que crea justo. Se ha dicho y con razón que una sociedad mercantil no tiene conciencia; pero una sociedad formada por hombres con conciencia es una sociedad con conciencia. La ley nunca hizo a los hombres más justos y, debido al respeto que les infunde, incluso los bienintencionados se convierten a diario en agentes de la injusticia. Una consecuencia natural y muy frecuente del respeto indebido a la ley es que uno puede ver una fila de soldados: coronel, capitán, cabo, soldados rasos, artilleros, todos marchando con un orden admirable por colinas y valles hacia el frente en contra de su voluntad, ¡sí! Contra su conciencia y su sentido común, lo que hace que la marcha sea más dura y se les sobrecoja el corazón. No dudan que están involucrados en una empresa condenable; todos ellos son partidarios de la paz. Entonces, ¿qué son: hombres, o por el contrario, pequeños fuertes y polvorines móviles al servicio de cualquier mando militar sin escrúpulos?
Desobediencia civil y otros escritos (1848), traducción de M. Eugenia Díaz, Tecnos, Madrid, 1987
No hay comentarios.:
Publicar un comentario