Algunas semanas hace, durante mi diario discurrir por la web, me topé en youtube con enjundiosos vídeos sobre entes como Deleuze, Guattari y Nietzsche donde la ponente descollaba por sus planteamientos y, valgan verdades, belleza. Revisando más allá -instagram, facebook- me entero que Sofía Mónaco es quien maneja Filosofía del Pórtico (FDP), un proyecto que naciera el 2013 y que cuenta además con una división editorial vía Tropel Ediciones. Junto a Tomas Lamastra, como ella licenciado en Filosofía, han dado vida a uno de los secretos mejor guardados del escenario latinoamericano. Hoy en Perú Avantgarde, el único blog dedicado a la avanzada contracultural y música experimental de estas latitudes, charlamos con master Sofía sobre FDP, feminismos, libros y hasta del ascenso de los neo fachas. Alto honor.
¿Cuéntanos cómo nace vuestra iniciativa para difundir Filosofía en las redes, qué los motivó y desde cuándo están activos?
Filosofía del Pórtico (FDP) nace en 2013, en una librería de Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires. Había una necesidad, casi una urgencia: abandonar los ámbitos académicos, sus programas, todo lo que, con implacable eficacia, contribuye a hacer de la filosofía un permanente comentario de texto. Se trataba de elegir qué queríamos hacer con lo que hacíamos, después de transitar tanta institución, tanta burocracia, y reconocer cada día un poco más la imposibilidad de producir, desde ahí, novedad, crítica. Desde ese espacio inmunitario, que pretende delimitar esferas de competencia pura (esferas exclusivas de quienes “saben” y expulsivas de lo inconveniente), en un contexto en donde todas las ciencias –incluidas las humanidades– tienden a aparecer como funcionales a la clásica lógica laboral de vigilancia, meritocrática y competitiva, aquélla que opera en cada uno de los registros de este sistema, en medio de todo ello, nos propusimos la tarea, siempre compleja, de contribuir a abrir una fuga y apostar a los afectos, arriesgarnos por lo que percibimos incrementa nuestra potencia vital. En ese arrojo, empezamos a hacer talleres de filosofía. En definitiva, pasamos de los espacios que regulan, legitiman y (re)producen saberes teóricos hegemónicos, (con)sagrados, a una práctica que se deja permear por las contingencias y sensibilidades de los cuerpos que la componen: prácticas de fabricación de saberes situados y estratégicamente pensados para funcionar como herramientas de intervención colectiva. Así, de manera ciertamente inevitable, empezaron a aparecer, junto a la filosofía, otras máquinas con las que conectamos: el arte, el cine, la música, la danza. La literatura. Empezaron a cruzarse los registros, siempre tras una consigna bien clara: hacer del pensamiento crítico, no una transmisión, sino experiencia. Así fue como Filosofía del Pórtico creció desde estos lenguajes, llevándonos a generar, a su vez, nuevas plataformas -más allá de lo que vivenciábamos desde la oralidad- como Tropel Ediciones, que nos permite hoy experimentar textual y audiovisualmente procesos de investigación.
En la vida diaria, ¿a qué se dedican ustedes, cuántos conforman Filosofía del Pórtico, qué roles cumplen?
Me dedico a la docencia, tanto en escuela secundaria como en universidad. No obstante, como te mencionaba al principio, FDP nace de la sensación de asfixia y uniformidad que -todavía- siento, estructuralmente, en esos espacios. Sinceramente, sigo formando parte de ellos por necesidad, para garantizar mis condiciones materiales. A su vez, también me dedico a la danza, práctica en la que siempre me formé sin intención de que se volviera una profesión, pero que aún así se encuentra deviniendo en sostén. Es decir: no vivo de la danza en sentido profesional, pero al ser parte de mi vida cotidiana, cada tanto me convocan para formar parte de elencos en obras de danza-teatro, para proyectos de video-danza, o eventos artísticos que requieran de un lenguaje de movimiento. En la vida diaria intento investigar desde cruces entre filosofía y danza, porque considero que todo pensamiento nace del cuerpo en movimiento. De ese cruce surgen mis escritos, como por ejemplo el más reciente que publiqué por Tropel Ediciones, “La velocidad de las cosas que se te escapan” (2021).
Otro integrante fundamental de Filosofía del Pórtico es Tomas Lamastra, que en su vida diaria también se dedica a la docencia. Tiene una formación de grado similar a la mía, ya que es licenciado en Filosofía. En FDP se dedica específicamente a eso que la gente suele denominar “creación de contenido”. No me gusta para nada esta expresión, ya que le da a la experiencia audiovisual un carácter de producto enlatado, puesto en la góndola de internet. Si bien sabemos que, claramente, nuestro trabajo en redes es mercantil (aunque liberemos parte de nuestras producciones, la gran mayoría la capitalizamos) nuestra intención es que los canales que abrimos funcionen como puentes para establecer conexiones más allá de una lógica extractivista. Necesitamos el dinero para seguir haciendo lo que hacemos, eso es claro.
Para pagar la comida, el alquiler, la luz: para sobrevivir. Sin los aportes económicos de nuestra comunidad -y nuestros otros trabajos- sería inviable la existencia de FDP. Pero a la hora de pensar las propuestas nuestro objetivo no se reduce a eso (en tal caso, hubiéramos elegido otra profesión). Tomas edita y produce todos nuestros materiales audiovisuales, y en Tropel Ediciones trabaja como editor, diseñador, maquetador y corrector de estilo. Tengo la certeza de que si no fuera por su detallista -y obsesivo- cuidado de las palabras, la imagen y el sonido, nuestros materiales no tendrían el mismo alcance.
¿Eres egresada de Filosofía?, háblanos de tu historial académico.
Sí, Licenciada en Filosofía. También hice el ciclo pedagógico que te habilita como Profesora. Y actualmente soy Maestranda en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural en EIDAES (Universidad de San Martín).
Coméntanos ¿qué vivencias/experiencias y textos te abrieron la mente y te enrumbaron hacia el camino que transitas hoy?
2014. Me mudo del partido de la Matanza, conurbano bonaerense, a Capital Federal. Finalizo una licenciatura en Filosofía. Soy primera generación de una familia que termina los estudios secundarios y tiene acceso a estudios universitarios: situación de privilegio, respecto a ella, en cuanto al capital económico y cultural. Decido dejar el trabajo en relación de dependencia que tuve, durante mis estudios de grado, en una librería de Ramos Mejía, para apostar profesionalmente a mi formación académica. Aunque aquel trabajo me había permitido costear mis estudios y vivir durante los últimos años, lo dejo para poder tomar mis primeras ayudantías en la universidad. Comienzo a recibir ofertas laborales -aunque muchas ad honorem- cada vez más interesantes. Las expectativas no son sólo mías, sino también de una familia para la cual ese ámbito resulta totalmente ajeno, desconocido. En ese contexto, un día despierto sin visión, con un dolor punzante en los ojos. Apenas pudiéndolos abrir, percibo sólo difusos destellos de luces. Logro hacer una llamada telefónica y conseguir ayuda para que me lleven hasta un oftalmólogo de urgencia: por primera vez, en mi adultez, dependo íntegramente de otra persona para desplazarme. Ya en la clínica, luego de varias observaciones y estudios, me diagnostican mi primer episodio de Uveitis (la capa intermedia del globo ocular –úvea- se inflama, causando daños irreversibles en el tejido ocular vital, llevando así a una pérdida provisoria o permanente de la visión). El oftalmólogo dice que existen diversos factores que pueden desencadenarla (infecciones, enfermedad de Lyme, lupus, artritis reumatoide, toxoplasmosis), pero que usualmente -y, en mi caso en particular, habiendo ya descartado todo mediante estudios- se debe a una situación de estrés a la que el cuerpo reacciona de forma autoinmune. Me pone unas gotas corticoesteroides para reducir la inflamación, pero eso no me devuelve la visión, ya que la causa no es meramente orgánica (aunque sí la sintomatología). Su recomendación es bajar los niveles de estrés que producen esta reacción psicosomática: justo cuando creo poder con todo, el cuerpo no puede.
Durante un mes entero pierdo la visión, hasta entonces mi herramienta de estudio y de trabajo, sentido que prima en mi modo de socialización. A raíz de esto decido estar más atenta a las señales corporales, escuchar propioceptivamente e intentar dejar al margen todos los mandatos familiares, exigencias y velocidades autoimpuestas. A fin de seguir la recomendación del médico, decido reconectarme con la danza moderna y contemporánea, actividad que había dejado relegada durante muchos años. Entro en contacto con otros estímulos, ya no visuales, sino táctiles, auditivos, rítmicos. Me vinculo espacio-temporalmente desde otra calidad de movimiento, en donde el lenguaje corporal se expresa y dice lo que las palabras no pueden. Experimento cambios psicofísicos notables, que se evidencian al mes, cuando, por fin, logro recuperar la visión. Pero ya no veo igual que antes: primero, porque la Uveitis daña mi globo ocular agravando mi astigmatismo e hipermetropía.
Segundo, porque descubro que el cuerpo sabe lo que yo no sé, movilizándome a investigar desde cruces entre filosofía y danza. Encuentro que la danza puede vehiculizar una desautomatización de la percepción, un desplazamiento del predominio visual hacia modos más hápticos de percibir, y esto es relevante no sólo para los estudios en danza, sino también para las ciencias sociales, y para la vida en general.
Además de libros, ¿qué películas o discos podrías recomendar a nuestros lectores?
Me gustaría recomendar una de las últimas producciones cinematográficas de César González, “Reloj, soledad”, una película exquisita, fiel a lo que nos suele acostumbrar este director, con una narrativa bien punzante en torno ciertas cotidianidades asfixiantes. Es muy importante toda la obra de César en estos tiempos que estamos viviendo. Recomiendo que se acerquen a sus producciones cuanto antes, si aún no lo hicieron.
Hay un disco que me encanta, y que me acompaña mucho, “Transforme C1”, de Audia Valdez, a quien admiro profundamente. De hecho, pueden acercarse, a través de nuestro canal de youtube, a una entrevista que le hicimos desde Filosofía del Pórtico hace un tiempito. Ese disco, que salió en el 2020, además de ofrecer un mundo de sonoridades muy atractivo, expone líricas comprometidas con nuestra actualidad.
Considerando la situación actual en tu país, donde están casi ad portas de elegir a un neo fascista como Milei de presidente. ¿Cuáles creen que serían las acciones a tomar desde la cultura y las artes para actuar contra la extrema derecha en boga en todos lados? ¿Cómo ha sido posible llegar a este extremo?, todavía recuerdo las pachotadas de Macri como aquella de que en Sudamérica todos éramos descendientes de europeos y más. Milei es demasiado.
Bueno, Macri dijo eso que señalas, y Alberto Fernández también, ideas ciertamente similares.
Lejos de querer caer en rodeos comparativos, lo que me interesa advertir es el arraigo de una expresión de pensamiento muy clara, consecuencia de lo que se suele identificar como proceso de occidentalización, de europeización. No es ninguna novedad esto, sino un síntoma bien evidente de nuestros tiempos. ¿Qué queda así avasallado, en ese tipo de enunciaciones?
Enunciaciones que, claro está, serían algo así como la punta del iceberg, pero que tienen su modulación y crecimiento desde todo un tejido muy sólido. Por mencionar algún ejemplo entre muchos: ¿qué sabe la población en general acerca del Reino Colla? Pensemos en la escuela (párrafo aparte para todo lo que, junto a esto, podríamos discutirle): ¿cuánta posibilidad de acercamiento a estas narrativas históricas hay? ¿Por qué aprendemos al rigor una revolución como la francesa (que desde ya es relevante en vistas a entender no solo ciertos movimientos sociales significativos de la modernidad sino también en pos de comprender la gestación del territorio que llamamos Argentina) pero nada o casi nada acerca del despliegue de las tradiciones collas? Esto, que es apenas una referencia ciertamente vaga, es suficiente para dar cuenta de un estado de cosas, y de cómo el saber produce efectos materiales concretos.
La respuesta a cómo surgen y se asientan ese tipo de personajes que mencionas la podemos encontrar sin dificultad en el desarrollo mismo de la política partidaria, por lo menos, para no irnos tan lejos, desde la década del 80 (por supuesto que sin menospreciar acontecimientos precedentes). Sobre todo, y con mayor fuerza aún, en los 90, con el advenimiento cada vez más sólido de cierta forma de “hacer política”, embanderada en la producción de propuestas sloganizadas, vacías, chatas, un escenario en el que prevalece cómo mostrarse más que el hacer. Y tristemente, el retorno de la democracia en Argentina, no garantizó nada. Esta discusión merece tiempo, es cierto. Pero en nombre de la democracia se han justificado (y aceptado) tremendas atrocidades.
Cuando en el registro de la política partidaria se impone la lógica del mal menor, suceden estas apariciones. Lo que entiendo debería convocarnos con urgencia a la acción es la advertencia de que eso que vos llamas fascismo o gobiernos fascistas, yo preferiría pensarlo en términos de prácticas. La práctica es o no fascista. Es decir, y está de sobra demostrado, asistimos a un escenario político en el que, aunque un gobierno se autoproclame democrático, ello no garantiza que no vehiculice iniciativas sustancialmente represivas.
Hay que entender (y pensar a partir de esto) que el terror no comenzaría con un Milei potencialmente presidente. El terror ya es ahora, paisaje cotidiano. Que un partido político como ese haya triunfado en las PASO, está al final del recorrido, no es una irrupción extemporánea, incomprensible. Es una aparición hija de estos tiempos.
¿Qué pensadores argentinos o latinoamericanos te animarías a recomendar?
Silvia Rivera Cusicanqui, activista y académica boliviana, aporta herramientas decisivas para pensar -desde una perspectiva social y política descolonial- el vínculo que tenemos con la tierra, el trabajo y las instituciones. No sólo recomiendo, sino que considero necesario leerla.
Un libro -que ya tiene sus años- pero que es un buen punto de inicio a su obra es el que publicó junto a Zulema Lehm Ardaya, bajo el título “Lxs artesanxs libertarixs y la ética del trabajo” (1988).
Y por mis pagos (Argentina), últimamente me motiva Verónica Gago, para repensar el neoliberalismo, la producción y la reproducción en el capitalismo mundial integrado, desde una perspectiva feminista. También me interpela la escritura de Alberto Beto Canseco, especialmente su libro “Marica temblorosa: sexo, discapacidad e interdependencia” (2021), en donde se dedica a explorar la intersección entre sexo y discapacidad. Marlene Wayar, especialmente “Travesti. Una teoría lo suficientemente buena” (2021), libro que propone, desde una perspectiva trava-trans sudaka, revisar críticamente el fracaso del mundo tal como lo conocemos. También recomiendo a Alejandro Miroli, pensador que suele ser muy analítico y técnico, pero que tiene algunos textos más accesibles y fundamentales para pensar en torno al vitalismo: una de sus publicaciones más recientes -en coautoría con Adrián Cangi y Ezequiel Jorge Carranza- es “Vitalismos. Contra la dictadura de la sucesión inevitable” (2019).
Hay un libro, pequeño, que forma parte de una colección muy linda de Ediciones DocumentA/ Escénicas, “El viaje inútil”, de Camila Sosa Villada. Un trabajo hermoso en torno al acto de escribir. Aprovecho y recomiendo toda la obra de Camila. Este que acabo de nombrar es, podríamos decir, su única no ficción.
Hace unos días se legisló en México a favor del aborto libre. Tu opinión de los avances logrados por las mujeres. ¿Cuánto han logrado y qué más falta para lograr un equilibrio sano, sin vejaciones y más respeto por simplemente ser humanes?
La pregunta, en sí misma, supone varias cuestiones que cabría desambiguar. Primero, la referencia al aborto y el vínculo de ese acontecimiento con “los avances logrados por las mujeres”: la legalización del aborto afecta a cualquier cuerpo con útero, no solamente a las mujeres, también a varones trans y personas no binarias. Entiendo que a veces sea necesario utilizar generalizaciones para poder comunicarnos, pero considero fundamental reconocer esto, para que dichas corporalidades con útero -por más que se les considere minoría- también sean legibles y participen de las agendas políticas.
Luego, respecto a qué falta para lograr respeto y que todas las vidas sean dignas de ser vividas, creo que muchísimo. El panorama es bastante hostil. No solo para las mujeres, sino para todas las existencias minoritarias. El género es una variable de la segregación, pero no la única. Cabe pensarla en intersección con variables étnicas, de clase social y de funcionalidad.
Son diversas las características que hacen de alguien un subalterno.
Por otra parte, el aborto libre es un arma de doble filo, al igual que todo lo que está regulado por instituciones como el hospital y el Estado. Es decir: me parece clave que -tal como se logró recientemente en el territorio argentino- el aborto sea sin causales, ya que estas pueden conducir a políticas eugenésicas, como sucedía acá con la “grave malformación del feto” que abría el juego a múltiples interpretaciones respecto a qué era considerado una “grave malformación”, asumiendo que cabían condiciones como, por ejemplo, síndrome de Down.
Que no haya causales permite que la práctica no tenga sesgos capacitistas. No obstante, toda práctica institucionalizada -parto, aborto, intervención quirúrgica, cualquiera sea- no está exenta de violencias. Las instituciones pueden hacer un ejercicio legítimo y autentificado del poder, con todo lo que eso implica. Para profundizar en esto -y no hacer esta respuesta más extensa- sugiero la lectura del libro “Ir más allá de la piel. Repensar, rehacer y reivindicar el cuerpo en el capitalismo contemporáneo” (2020) de Silvia Federici.
Hace un tiempo vi en redes una chica que comentaba que al tener relaciones con su pareja le dejó ahorcarla porque le gustaba, que fue algo extremo porque casi muere pero aún así le gustaba pero que en serio casi muere asfixiada. Luego otro man salió y le dijo que bacán que le guste pero que si terminaba muerta a su pareja le habrían clavado no sé como cuántos años por feminicidio y tal. ¿Qué opinas de este tipo de filias o tendencias sadomasocas?
Tendría que interiorizarme sobre los detalles de este caso que mencionas, que desconozco.
No obstante, creo que es fundamental distinguir a las prácticas BDSM respecto de la violencia de género, ya que no tienen ninguna relación (más bien todo lo contrario). La base de cualquier práctica BDSM es el consentimiento (hay acuerdos y pautas claras). Los roles de dominación/sumisión que se juegan en estas prácticas funcionan como ideales regulativos para el goce. No es una cuestión meramente física, el goce implica, fundamentalmente, lo simbólico: en este caso, lo que “representa” una acción como ahorcar. Experimentando, una se va dando cuenta de qué le despierta más o menos ganas, y ese despertar puede venir tanto del placer físico como del goce, que no es lo mismo. Precisamente porque no son lo mismo “placer” y “goce” es que alguien puede disfrutar del dolor físico. Hacer juicios de valor respecto a lo que disfrutas me parece absurdo, porque no depende de una elección voluntaria, sucede. Mientras haya consentimiento mutuo y cuidado de ambas partes no veo un problema ahí.
Entiendo el conflicto legal que señalas en el hipotético caso de que esa práctica hubiera salido mal, de eso se encarga la abogacía. Yo sólo puedo decir que una práctica BDSM no tiene por qué ser riesgosa, de hecho, para poder pasarla bien necesitas garantizar una cierta seguridad: por ello están las palabras clave, los acuerdos verbales o por escrito, y todo lo que conlleva ese contrato en donde, te aseguro, el consentimiento es mucho más explicito que en la mayoría de las relaciones sexuales convencionales.
Planes futuros y palabras finales. ¡Mil gracias por la entrevista Sofía!
Sí, planes a corto plazo: en noviembre inicia un nuevo taller en Filosofía del Pórtico, el último del año, en el que vamos a estar pensando en torno a las siguientes preguntas: ¿Qué vínculos existen entre arte, filosofía y ciencia? ¿Cómo se relaciona el arte con la masividad? ¿Qué subjetividades produce la era mass-mediática? ¿Qué sucede cuando la obra de arte se espectaculariza, inmortalizada en dispositivos audiovisuales? ¿El arte tiene -hoy- alguna función social? ¿Todo dispositivo técnico es funcional a lógicas extractivistas y a la dominación mercantil? ¿Cómo interrumpir el flujo libidinal que convierte todo en objeto de consumo descartable? ¿Es posible activar mecanismos de conjura y anticipación que nos permitan fugar de la vorágine capitalista? La obra de arte está siempre determinada por el modo en que ha sido producida. Al inscribirse en un campo funcional al mercado y al circuito que transforma obras en mercancías (mero entretenimiento, consumo cultural) inevitablemente se separa al objeto producido de su praxis vital, dejándolo librado a merced de los intereses políticos y económicos de la hegemonía. Campo que cuenta con ciertas reglas estructuradas, cuya lógica interna tiende a reproducirse. No obstante, el campo del arte también está compuesto por tensiones, resistencias que buscan reinventar una subjetividad disensual. En este taller estaremos pensando en torno a estas cuestiones a partir de algunas lecturas ecosóficas de Gilles Deleuze y Félix Guattari.
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