El racismo científico vivió su apogeo en el siglo XIX gracias a los avances en varias ramas del conocimiento ilustrado que ayudaron a crear las bases de una concepción racista de las sociedades. Biólogos y antropólogos se aplicaron en dividir la especie humana en clases a partir de su color de piel y otros rasgos físicos, estableciendo una jerarquía entre personas y otorgándole a la raza blanca la supremacía. Fue en la segunda mitad de la centuria que los imperios europeos usaron estas teorías para justificar la explotación colonial y las políticas genocidas en América, Asia, Oceanía y sobre todo en África. En 1885 se legalizó el reparto de África en la Conferencia de Berlín, un encuentro entre doce países europeos, Estados Unidos y el imperio otomoano para atribuirse derechos territoriales exclusivos sobre este continente sin preguntárselo a los pueblos que lo habitaban. Esta visión del mundo legitimó que el rey Leopoldo II de Bélgica se quedara el Congo como propiedad privada, su parque de diversiones personal para esclavizar, torturar y asesinar sanguinariamente congoleños. Francia conquistó Madagascar y destruyó Tombuctú y el Reino de Damohey. Gran Bretaña hizo lo mismo con Benín. En 1906, en la Conferencia de Algeciras, Francia y España se repartieron Marruecos.
GABRIELA WIENER
Huaco retrato
2021
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