El castigo y la dominación no se ejerce como antaño, mutilando el cuerpo o quebrando el espíritu, ni tampoco agrupando masas bajo la lógica de encierro a fin de administrar sus vidas. Al interior de una sociedad de control, las instituciones financieras, educativas, de salud y, desde luego, las artísticas ya no se preocupan de los procesos del día a día, haciéndonos pasar a la fuerza desde un tipo de encierro a otro (la familia, el colegio, la universidad, el trabajo y, bajo ciertas eventualidades, el hospital, un asilo o, claro está, la cárcel, la cual es la epítome y molde para condicionar los otros tipos de encierro y sus transgresiones). En los lineamientos del control, se busca la adhesión voluntaria del individuo como una especie de cómplice del poder; es un vector más del virus generalizado, contaminando a sus pares mediante la dinámica del mercado; es un target o portavoz ambulante de una tendencia que se propone actitudinalmente al resto, merced de la publicidad y los modelos de éxito.
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Con orgullo, los medios hablan de una clase media aspiracional que consume joyería, ropa de diseñadores, tragos y comidas exóticas, que viaja a parajes caribeños y que detenta marcas de relojes de lujo; pues dichas fruslerías nos deslindan de una alteridad pauperizada.
Más tarjetas y endeudamientos, nuevas puertas para cruzar y ascender socialmente, trasladándose de ciertas comunas populares a departamentos modernos que emergen superpoblando las ciudades, o quizá condominios, en apariencia más abiertos y naturales, pero cercados por un circuito de cámaras y pequeños tableros que reconocen huellas digitales o password del propietario, en síntesis, murallas que impiden el traspaso de los indeseables, aquellos que no pudieron sumarse a la carrera carnívora que implica el sueño del progreso y emprendimiento, y, por ende, están condenados a vivir en los extramuros, algo así como los proféticos personajes de la obra de teatro "Los Invasores" de Egon Wolff (escrita en los sesenta).
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Otra muestra de lo que Deleuze llama "el alma de la empresa" son los supermercados y cadenas de farmacias que retienen a la fuerza esas incómodas y dispares sumas de centavos para donarlas en nuestro nombre a fundaciones de niños quemados o ancianos sin techo; una vuelta de mano para tener en calma las consciencias de esos aspiracionales con Rolex y BMW del año, pues comprando aspirinas y peptobismol camino al condo "Los Álamos", pueden perpetuarse siempre dignos donando migajas bajo la coerción de la fórmula mecánica, "donaría siete pesos a...". Módica cuota para comprar buen karma y, de paso, un juego de sábanas al hogar de niñas.
Deleuze añade: "El servicio de venta se ha convertido en el centro o el "alma" de la empresa. Se nos enseña que las empresas tienen un alma, lo cual es sin duda la noticia más terrorífica del mundo. El marketing es ahora el instrumento del control social, y forma la raza impúdica de nuestros amos. El control es a corto plazo y de rotación rápida, pero también continuo e ilimitado, mientras que la disciplina era de larga duración, infinita y discontinua. El hombre ya no es el hombre encerrado, sino el hombre endeudado" (1991)
* Lima, 1983. Escritor, Magister en Ciencias de la Comunicación y Profesor de Literatura, egresado de la Universidad de Tarapacá. Reside en Arica - Chile. Ejerce la docencia universitaria. Edita la Revista Literaria Virtual y Editorial Impresa Cinosargo. Ha publicado los títulos: Realidades Dialogantes (2008), Gramma (Cinosargo, 2009), Carne (Groenlandia, España, 2011; Cinosargo, 2011), la traducción de Morgue y otros poemas del poeta alemán Gottfried Benn; y SOMA (México, 2012)
- Extraído de "MANICOMIO SUYAY - Revista de Política y Otras dudas" Julio - Octubre 2012. Año 1 N° 1.
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