La influencia de las mutaciones inducidas por la dieta en la humanidad temprana y el efecto de los metabolitos exóticos en la evolución de su neuroquímica y cultura, continúa siendo un territorio inexplorado. La adopción temprana por parte de los homínidos de una dieta omnívora y su descubrimiento del poder de algunas plantas fueron factores decisivos a la hora de desplazar a los primeros humanos fuera del flujo de la evolución animal, introduciéndolos en la rápida transformación del lenguaje y la cultura. Nuestros remotos ancestros descubrieron que ciertas plantas, cuando se autoadministraban, suprimían el apetito, aliviaban el dolor, proporcionaban estallidos de energía repentinos, conferían inmunidad contra los factores patogénicos o permitían correlacionar actividades cognitivas. Estos descubrimientos nos pusieron en el largo camino de la autoconciencia. Una vez nos convertimos en instrumentos omnívoros, la misma evolución se transformó, de un proceso de lentas modificaciones de nuestra forma física, en una rápida definición de formas culturales mediante la elaboración de ritos, lenguajes, la escritura, habilidades memorísticas y tecnología.
Estas grandes transformaciones ocurrieron principalmente como resultado de las sinergias entre los seres humanos y las distintas plantas con las que interactuaron y coevolucionaron. Una valoración honesta del impacto de las plantas en los fundamentos de las instituciones humanas descubrirá que son absolutamente primordiales. En el futuro, la aplicación de soluciones inspiradas en la botánica, como el crecimiento cero de la población, la extracción de hidrógeno del agua del mar y los programas intensivos de reciclaje, pueden ayudar a organizar nuestras sociedades y el planeta mediante unas líneas neoarcaicas más holísticas y ambientalmente conscientes.
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Como especie, hemos de reconocer la profundidad de nuestro dilema histórico. Seguiremos jugando con media baraja mientras sigamos tolerando las orientaciones del gobierno y de la ciencia, que presuponen que deben dictar a qué lugares puede dirigir y no puede dirigir su atención de un modo legítimo la curiosidad humana. Estas restricciones de la imaginación humana no tienen sentido y son ridículas. El gobierno no sólo restringe la investigación sobre las sustancias psicodélicas, que puede posiblemente proporcionarnos descubrimientos médicos y psicológicos muy valiosos, sino que también se atreve a prevenir su uso espiritual y religioso. La utilización religiosa de las plantas psicodélicas pertenece al ámbito de los derechos civiles; su restricción es la represión de una legítima sensibilidad religiosa. De hecho, no es la una sensibilidad religiosa la que se reprime, sino la sensibilidad religiosa, una experiencia de la religio basada en la relación plantas-humanos que existía mucho antes del advenimiento de la historia.
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Los muy enraizados rasgos culturales explican por qué la mente occidental se muestra de pronto angustiada y represiva al considerar el tema de las drogas. Los cambios en la conciencia inducidos por las sustancias revelan de un modo dramático que nuestra vida mental tiene bases físicas. Las drogas psicoactivas hacen peligrar la asunción cristiana de la inviolabilidad y el status ontológico especial del alma. Del mismo modo, desafían la idea moderna de la inviolabilidad del ego y sus estructuras de control. Resumiendo, el encuentro con las plantas psicodélicas pone totalmente en cuestión la visión del mundo de la cultura dominante.
En esta reconsideración de la historia nos encontramos a menudo con este tema del ego y la cultura dominante. De hecho, el terror que experimenta el ego al contemplar la disolución de los límites entre el sí mismo y el mundo no sólo se encuentra tras la represión de los estados alterados de conciencia, sino que, de un modo más amplio, expresa la represión de lo femenino, lo extraño y lo exótico, y las experiencias trascendentales. En las épocas prehistóricas pero postarcaicas, aproximadamente del 5000 al 3000 a.C., la represión de la sociedad fraternal a manos de los invasores patriarcales marca el momento de la represión de la investigación experimental abierta y sin límites de la naturaleza a cargo de los chamanes. En las sociedades altamente organizadas, esta tradición arcaica fue reemplazada por otra basada en el dogma, el sacerdocio, el sistema de patriarcado, la guerra y, finalmente, los valores "científicos y racionales" o dominantes.
TERENCE MCKENNA
El manjar de los dioses
1992
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