En un tranquilo hogar de ancianos cerca de Copenhague, una señora mayor danesa pasó sus últimos años rodeada de grandes equipos de audio aspecto obsoleto y siendo el objeto de atención de un desfile de periodistas internacionales y músicos contemporáneos, desde la revista The Wire hasta Jacob Kierkegaard. Se llamaba Else Marie Pade (1924 - 2016), otro nombre más para añadir a la nutrida tropa de mujeres pioneras de la música electrónica que trabajaron bajo un cono de discreción, ignoradas en sus días como poco más que telefonistas y admiradas en décadas posteriores.
Pade fue una niña enfermiza durante su infancia y tuvo que recurrir a armar mundos con los retazos sonoros del exterior, que se colaban en su habitación mientras yacía postrada. "Estaba siempre pensando en sonidos", le dijo al músico Jacob Kierkegaard. "Fue también por eso que elegí trabajar con el sonido. La voz no funciona para mí. O cuando el sonido es solo transmitido superficialmente con un poco de eco. Se pierde para mí".
A pesar de su constitución débil, Pade dio muestras de enorme coraje cuando, al estallar la Segunda Guerra Mundial, se unió a la Resistencia danesa contra la ocupación nazi, en la que integró un grupo formado exclusivamente por mujeres. A los veinte años fue arrestada por espirar los movimientos de tropas alemanas y pasó largos meses en cautiverio en el campo de prisioneros de Froslev. Privada de estímulos, alimentó como pudo su imaginación famélica arañando partituras en las paredes de su celda con las hebillas de su liguero. Se prometió a sí misma que, si salía viva, dedicaría su vida a hacer música.
Liberada al término de la guerra, y luego de una breve carrera como ama de casa para la que no estaba hecha, empezó a estudiar música y se vinculó al naciente mundo de la música electrónica después de oír por casualidad la transmisión de una pieza de Pierre Schaeffer. Fue la primera persona en Dinamarca en aventurarse en esa dirección. La rienda suelta que le brindó la música, a la que pudo dedicarse al mismo tiempo que trabajaba como productora para la radio danesa, la hizo florecer y le dio la oportunidad de realizar con sumo detalle técnico y color los sonidos que habían nadado en su cabeza desde pequeña, esos sonidos abstractos que representaban su respuesta emocional al mundo. Sus primeras piezas fueron sutiles ejercicios de impresionismo electrónico, como A Day at the Deer Park, de 1955.
Pero es su pieza Faust, de 1962, una respuesta altamente personal a lo que describió como "material mentalmente cargado", la que la hace destacarse. Sus sonidos cálidos pero taciturnos y claustrofóbicos recrean la agitación de la tragedia de Goethe. Un joven oyente del siglo XXI se preguntaría cómo hizo Pade para transcribir la experiencia del tinnitus. Obras posteriores, como Se Det it Ojneme (Face it), de 1970, en la que una voz repite la frase "Hitler er ikke dod" [Hitler no ha muerto], mostraron un costado más severo y extremo; en esta pieza en particular, alimentado por una indignación contra los nazis que no se había disuelto en las neblinas del tiempo. Tendrían que pasar cuarenta años para que su música fuese reconocida como precursora de toda una vertiente de electrónica radical, de Throbbing Gristle a Einstürzende Neubauten; para que esta señora mayor de voz suave, que vivió sus últimos días entre los pasos enfundados en suecos de goma de las enfermeras que hacían sus recorridas, fuese reconocida como una femme seule [mujer solitara].
DAVID STUBBS
Sonidos de Marte
2019
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