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lunes, 2 de noviembre de 2020

Anoche un DJ salvó mi vida

(see below for english words)

por Ola's Kool Kitchen

Ola presenta un programa en varias emisoras de radio independientes y es DJ en Londres. Como locutor de radio de doce años en pie, Ola's Kool Kitchen en KCLA 99.3 FM en Los Ángeles, 107.5 andhow.FM, Rock Velvet Radio, Maximum Threshold Radio, Rock Radio UK, Sword Radio UK, Jammerstream One, Kor Radio, Bombshell Radio, Firebrand Radio, Pop Radio UK, Radio Wigwam y Rock XS Radio, fueron creados para combatir la mediocridad miope presente en los principales medios de comunicación. El espectáculo incluye una mezcla ecléctica de géneros; su mantra es poner simplemente buena música no tiene fronteras.

Cuando era pequeña, sufría de náuseas terribles en casi cualquier viaje de más de diez minutos. No fue hasta que mis padres me pusieron en el asiento delantero y me dejaron controlar la radio, que los vómitos disminuyeron, así que mi amor por la música nació del mareo en el automóvil. Encontré que los mejores DJs cuando era niña eran los que apenas hablaban y simplemente tocaban la música. Como trataba de no vomitar, especialmente odiaba los hiper anfitriones felices con su incesante palabrería superficial. Con esto en mente, diseño mi programa de radio con una charla mínima como la banda sonora perfecta para un viaje en automóvil .

Con el tiempo, me gustaría venir a disfrutar de visitar nuevos lugares, pero todavía desprecio al acto del desplazamiento. Me parece que es un proceso tedioso, y no entiendo a las personas que obtienen placer de viajes largos incómodos. Sin embargo, cuando tengo que soportarlos, me pongo mi reproductor MP3 y casi lo consigo. Las melodías hacen que sea soportable , y como observo el paisaje pasar a toda prisa, es como mi propio video musical personal.

Tuve una infancia extraña y surrealista, que fue a la vez abrumadora y sin control. Mis padres eran inmigrantes a los EE.UU., ultra-católica, estafadores conservas de cuello azul, y pasé la mayor parte de mi tiempo esquivando o bien su maltrato físico o emocional. A los 13 años, me decidí a decirle a mis padres yo no 'quiero ir más a la iglesia; durante varios años había estado fingiendo ir y hacer novillos. Mi padre me acusó de comunista y yo tenía que explicar que mi decisión no tenía nada que ver con la ideología marxista.

Recuerdo que cuando era una adolescente veía a Blondie en un programa de televisión que interpretaba “Heart of Glass”. ”La cantante principal, Deborah Harry era glamorosa, su pelo rubio decolorado estaba torcido de una manera salvaje y la canción era de oro puro. Mi madre la odiaba y se quejaba de que su cabello era un desastre repugnante; en lugar de repelerme, esto me hizo abrazarla aún más. Ella era totalmente genial.

En años posteriores, la música se volvería importante para dar forma a mi identidad. En mi familia inmediata, todas las mujeres estaban muy amargadas, enojadas e infelices. Yo sabía que quería una vida diferente que no fuera auto-someterme a rituales religiosos, convenciones o obligaciones familiares. No quería ser un clon de mis padres y sus creencias, y repetir sus desgracias; quería evolucionar. La música me ayudó a escapar de estos confines, a buscar una forma de reinventarme y vivir la vida poco convencional que quería. No es una historia nueva; muchas bandas, artistas y animadores han huido de entornos igualmente opresivos y empobrecidos para encontrar su lugar bajo el sol. Actualmente en el Reino Unido, no hay casi nada de movilidad de clase; la mayoría de las personas mueren en la clase en la que nacieron. Para muchos de nosotros, la música no es una opción sino una forma de vida y la industria de la música ayuda a romper todas esas limitaciones.

Avance rápido hasta marzo de 2020; estoy en un set de filmación cuando recibo el mensaje de que todo mi trabajo ha sido cancelado en un futuro previsible. Bienvenido a Covid-landia, y el bloqueo empezó. En ese momento, honestamente creí que solo sería por un corto tiempo. Pensé que no había forma de que los grandes y florecientes locales y festivales del Reino Unido cerraran por mucho tiempo. Qué equivocada estaba. Ahora es finales de octubre, y no he trabajado desde esa semana fatídica de marzo cuando la música murió .

Probé a abrazar la nueva normalidad; seguí haciendo mi programa de radio, pero no es remunerado. Les pedí a mis fans que me ayudaran con las donaciones en el programa, con las publicaciones de FB, la creación de una cuenta de Patreon y los botones para donar a través de PayPal. Me sorprendió que a menos de 30 minutos de mi primera entrada en las redes sociales, recibí una donación de $ 200. Las contribuciones vinieron de amigos y fanáticos de todo el mundo con mensajes de apoyo y amor por el programa. Este fue quizás el único punto culminante del bloqueo. A lo largo de los años, a veces sentía que el programa de radio era un fracaso y lo estaba dejando en el vacío. Es como ese dicho: "Si un árbol cae en el bosque y no hay nadie, ¿todavía emite algún sonido?" A menos que la gente te lo diga, no sabes si estás teniendo un impacto. Estoy muy agradecida a todas las personas que donan; realmente ayudan en una pésima situación.

Con el paso del tiempo, las noticias se llenaron con nada más que cobertura del Covid. Insidiosamente, comenzó a infiltrarse en mis presentaciones musicales. Cuando veía una pista con temática de Covid, me lamentaba por dentro, ya que normalmente eran bastante tristes. La vida y la noticia quedaron atrapadas en el fango, llenas de pavor a esta enfermedad. Quería escapar de esta nueva normalidad, no revolcarme en ella. Sin embargo, se demostró que estaba equivocada cuando descubrí la canción "I Wanna Stay Home With U" de Table Scraps. Era el polo opuesto del típico gemido de Covid; era una canción dulce y power-punk sobre el autoaislamiento juntos en la dicha. Tiene un gran video hecho de forma remota con muchos de sus amigos, que también son bandas nuevas y artistas que creo que son increíbles, agregando sus movimientos de baile para hacerlo alegre. Lo incluyo aquí para vuestro placer. https://www.youtube.com/watch?v=YgAO3W8QbJ4

Cuando las semanas se convirtieron en meses, extrañaba ver a la gente. Pasé la mayor parte de mi tiempo en casa con mi pareja, sólo saliendo a hacer ejercicio e ir de compras. Antes de la pandemia, la vida en Londres era de ritmo rápido, y nunca perdía el tiempo en la tiendas. No quería charlar con extraños; estaba dentro y fuera Después del encierro, hambrienta de contacto humano y sin ningún otro lugar donde estar, me encontré envuelta en animadas conversaciones con los dependientes. Yo era esa solitario vieja dama sosteniendo la fila que me habría molestado pre-Covid. Necesitaba un evento o algo que esperar. Noté que otros DJ's estaban girando en línea. No soy la más tecno-persona inteligente cuando se trata de streaming visual y en línea. Nunca usé zoom o hice mucho video llamadas, pero las circunstancias me obligaron a adaptarme y organicé una discoteca en línea con los amigos. Fue un muy extraño romance con resultados mixtos, como se puede ver a continuación.



El principio



Foto de Stephen Bland



Interludio extraño

Foto de Jon Campling



El final de la noche

Foto de Ola's Kool Kitchen


Sin embargo, las interacciones en línea fueron insuficientes y me encontré cayendo en una profunda depresión y durmiendo mucho. Si no fuera por mi pareja yendo a las tiendas y cocinando para mí, me habría saltado las comidas y habría entrado en hibernación. Me habría levantado muy tarde, e iba a ser varios días a la semana en que caería en la incosnciencia.

Hace poco vi The Haunting of Bly Manor y me llamó la atención uno de las mujeres fantasmas en la historia. Ella estaba en un constante estado de limbo, despertando y cayendo en un sueño una y otra vez, hasta que las características de su cara se derritieron y ella se olvidó quién era. Se convirtió en nada más que un sentimiento que repetía las mismas acciones en un bucle; se despertaba, caminaba, y se quedaba dormida. Vi paralelismos con mi propia vida; era como si estuviera olvidando quién era yo, y no veía el punto de levantarme .

Siempre soñé con frecuencia y lúcidamente. Podía volar, tener aventuras con mis personajes favoritos de la televisión y viajar en el tiempo y el espacio. Durante el encierro, me volví adicta a mis sueños. Mi pareja intentaba despertarme y yo decía: “No, hombre, estoy en Malasia con un joven Mickey Dolenz; Yo me quedo aquí”, antes de la desvanecerme. Era mucho más atractivo que mi realidad actual. Es similar a la trama de la película de Wim Wenders, Until the end of the World, en la que se inventa una máquina para registrar los sueños humanos y crea adictos. En mi desesperación, me convertí en un adicto a los sueños.

Entonces, decidí despertar y escribir sobre mis experiencias en el encierro como una forma de terapia. Quizás al compartir mis pruebas y tribulaciones, alguien leerá esto y dirá, 'yo también', y ambos nos sentiremos mejor. Extraño los conciertos y ser DJ , y ningún video de Zoom puede igualar esa experiencia en vivo de personas riendo y bailando juntas. Echo de menos ser aplastado en pogos; incluso echo de menos ese tipo alto molesto bloqueando mi vista en un concierto. Sobre todo, echo de menos tocar una canción y ver a una persona iluminarse de alegría en la pista de baile o darme un cinco o un pulgar hacia arriba, especialmente si no es un éxito comercial obvio.

Como persona mayor, no puedo ni imaginarme cómo debe ser para los jóvenes. Uno de los lugares en los que solía pinchar era el Amersham Arms, que por lo general estaba lleno de estudiantes de la Goldsmiths University que venían a bailar y organizar eventos. Cuando reabrieron las cosas en julio de este año, me alegré de ver que Amersham todavía ponía noches de comedia y conciertos socialmente distanciados. Me encantaba pinchar para estudiantes frescos y observar su ilimitada energía y optimismo. No pude evitar reflexionar sobre su situación actual durante el Covid .

Aquí en el Reino Unido, Boris Johnson estaba detrás de una campaña para que los estudiantes regresaran a las universidades, probablemente para cobrar la exorbitante matrícula y las tarifas de los dormitorios. Normalmente, la semana de Novatos está repleta de fiestas y actividades, un divertido ritual de paso donde los estudiantes se encuentran, se aplastan y bailan. A su llegada este año, fueron encerrados en sus habitaciones y tuvieron que tomar clases en línea. Se están perdiendo la experiencia universitaria real, pero todavía están siendo completamente cargados por ello; merecen una reducción de los costos de su educación. Realmente lo siento por ellos, ya que se les niega su juventud .

Sé que muchos en la industria de la música están luchando por sobrevivir: desde músicos, DJ, ingenieros de sonido y organizadores de festivales, hasta promotores de locales de música, técnicos de iluminación y equipos de expertos. El gobierno del Reino Unido necesita hacer más para garantizar y ayudarnos con nuestra angustia mental. Como muchos en las artes aquí, hemos sido abandonados y dejados para que nos las arreglemos solos. Si le encanta una banda, compre su música o mercadería, apoye los lugares de música locales o empresas de financiación colectiva. Su apoyo, no importa cuán grande o pequeño sea, marca la diferencia. En todo el mundo , en todo momento y lugar, un músico, banda o DJ ha salvado la vida de alguien. Pasa todo el tiempo. Hoy, en la industria de la música, necesitamos que nos salves.

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Last Night a DJ Saved My Life

by Ola’s Kool Kitchen

Ola presents a show on several independent radio stations and is a DJ in London. As a radio broadcaster of twelve years standing, Ola’s Kool Kitchen on KCLA 99.3 FM in Los Angeles,107.5 and how.FM, Rock Velvet Radio, Maximum Threshold Radio, Rock Radio UK, Sword Radio UK, Jammerstream One, Kor Radio, Bombshell Radio, Firebrand Radio, Pop Radio UK, Radio Wigwam and Rock XS Radio, was created to combat the myopic mediocrity present in mainstream media. The show features an eclectic mix of genres; her mantra put simply, good music has no boundaries.

When I was a wee nipper, I would suffer from terrible nausea on almost any journey over ten minutes long. It wasn’t until my parents put me in the front seat and let me control the radio, that the vomiting would abate, so my love of music was born of car sickness. I found the best DJs when I was kid were the ones who hardly spoke and just played the music. As I tried not to puke, I especially loathed the hyper-happy hosts with their incessant, superficial blather. With this in mind, I design my radio show with minimal chat as the perfect soundtrack for a car ride.

Eventually, I would come to enjoy visiting new places, but I still despise the act of travel. I find it a tedious process, and I don’t understand people who gain pleasure from uncomfortable long journeys. When I have to endure them, however, I put on my Mp3 player and I almost get it. The tunes make it bearable, and as I observe the scenery whizzing by, it’s like my own personal music video.

I had a strange and surreal childhood, which was both overwhelming and unmonitored. My parents were immigrants to the US, ultra-Catholic, blue collar conservatives, and I spent most of my time dodging either their physical or emotional abuse. At age 13, I decided to tell my parents I didn’t want to go to church anymore; for several years I’d been pretending to go and playing hooky. My father accused me of being a communist, and I had to explain that my decision had nothing to do with Marxist ideology.

I remember as a young teenager seeing Blondie on a chart TV show performing “Heart of Glass.” The leads singer, Deborah Harry was glamorous, her bleached blonde hair was askew in a wild manner and the song was pure gold. My mother hated her and whined about how her hair was a disgusting mess; rather than repel me, this made me embrace her even more. She was totally cool.

In later years, music would become important in shaping my identity. In my immediate family, all the women were very bitter, angry and unhappy. I knew I wanted a different life that wasn’t about subjugating myself to religious rituals, conventions or familial obligations.

I didn’t want to be a clone of my parents and their beliefs, and repeat their misfortunes; I wanted to evolve. Music helped me escape these confines, to glean a way to reinvent myself and live the unconventional life I wanted. It’s not a new story; many bands, artists and entertainers have fled similarly oppressive and impoverished backgrounds to find their place in the sun. Currently in the UK, there is next to no class mobility; most people die in the class into which they are born. For many of us, music is not an option but a way of life, and the music industry helps break down all those constrictions.

Fast forward to March 2020; I’m on a film set when I receive the message that all my work has been cancelled for the foreseeable future. Welcome to Covid-land, and the lockdown began. At the time, I honestly believed it would only be for a short while. I thought there was no way the big, booming music venues and festivals in the UK would shut down for long. How wrong I was. It’s now the end of October, and I haven’t worked since that fateful week in March when the music died.

I tried to embrace the new normal; I continued to make my radio show, but it is unpaid. I asked my fans to help with donations on the show, with FB posts, setting up a Patreon account and buttons to donate via PayPal. I was surprised that within 30 minutes of my first post on social media, I received a donation of $200. Contributions came from friends and fans all over the world with messages of support and love of the show. This was perhaps the only highlight of lockdown. Over the years, I would sometimes feel the radio show was a failure, and I was putting it out into a void. It’s like that saying, ‘if a tree falls in the forest and no one is there, does it still make a sound?’ Unless people tell you, you don’t know if you’re making an impact. I’m very grateful to all the people who donate; it really helps in a lousy situation.

As time passed, the news was filled with nothing but Covid coverage. Insidiously, it started to creep into my music submissions. When I saw a Covid-themed track, I would moan inwardly as they were usually quite dreary. Life and the news were stuck in the mire, brimming with dread of this disease. I wanted to escape this new normal, not wallow in it. I was proven wrong, though, when I discovered the song, “I Wanna Stay Home With U” by Table Scraps. It was the polar opposite of the typical Covid groan; it was a sweet, power-punk song about self-isolating together in bliss. It has a great video made remotely with loads of their friends - who are also new bands and artists I think are awesome - adding their dance moves to make it cheery. I’m including it here for your pleasure. https://www.youtube.com/watch?v=YgAO3W8QbJ4

When the weeks turned into months, I missed seeing people. I spent most of my time at home with my partner, only going out for exercise and shopping. Before the pandemic, life in London was fast-paced, and I never dawdled in shops. I didn’t want to chat with strangers; it was in and out. After lockdown, starved of human contact and having nowhere else to be, I found myself engaged in lively conversations with shop assistants. I was that lonely old lady holding up the queue who would have annoyed me pre-Covid. I needed an event or something to look forward to. I noticed that other DJ’s were spinning online. I’m not the most tech-savvy person when it comes to visual and online streaming. I’d never used Zoom or done much video calling, but circumstances forced me to adapt, and I hosted an online disco with friends. It was a very strange affair with mixed results, as you can see below.




The beginning
Photo by Stephen Bland




Strange interlude

Photo by Jon Campling




The end of the night

Photo Ola’s Kool Kitchen


Online interactions were insufficient, however, and I found myself falling into a deep depression and sleeping a lot. If it wasn’t for my partner going to the shops and cooking for me, I would have skipped meals and gone into hibernation. I would get up very late, and there would be several days a week where I went missing into unconsciousness.

I recently watched The Haunting of Bly Manor and was struck by one of the female ghosts in the story. She was in a constant state of limbo, waking and falling asleep over and over, until the features of her face melted off and she forgot who she was. She became nothing but a feeling that repeated the same actions in a loop; she woke, she walked, and she fell asleep.

I saw parallels to my own life; it was like I was forgetting who I was, and I didn’t see the point of getting up. 

I’ve always dreamt frequently and lucidly. I’d fly, have adventures with my favourite TV characters, and travel through time and space. During lockdown, I found myself becoming addicted to my dreams. My partner would try to wake me and I would say, “No man, I’m in Malaysia with a young Mickey Dolenz; I’m staying here,” before drifting away. It was far more enticing than my current reality. It’s similar to the plot of the Wim Wenders film, Until the End of the World in which a machine to record human dreams is invented, and it creates addicts. In my despair, I became a dream junkie.

So, I decided to wake up and write about my experiences in lockdown as a form of therapy. Perhaps by sharing my trials and tribulations, someone will read this and say, ‘me too,’ and we’ll both feel better. I miss gigs and DJing, and no Zoom video can equal that live experience of people laughing and dancing together. I miss being crushed in mosh-pits; I even miss that annoying tall guy blocking my view at a gig. Mostly, I miss playing a song and seeing a person light up with joy on the dance floor or give me a high five or thumbs up, especially if it isn’t an obvious commercial hit.

As an older person, I can’t begin to imagine how it must be for young folks. One of the venues I used to DJ at was the Amersham Arms, which usually would be packed with students from Goldsmiths University who would come to dance and put on events. When things reopened in July this year, I was glad to see the Amersham still putting on comedy nights and socially distanced gigs. I loved DJing to fresh-faced students and observing their boundless energy and optimism. I couldn’t help but ponder on their current plight during Covid.

Here in the UK, Boris Johnson was behind a drive for students to return to universities, probably to extract the extortionate tuition and dorm fees. Normally, Freshers’ week is jam-packed with parties and activities, a fun rite of passage where students meet, get smashed and dance. Upon their arrival this year, they were locked in their rooms and had to take classes online. They’re missing out on the real university experience, but they’re still being fully charged for it; they deserve a reduction to the cost of their education. I really feel for them, as they’re being denied their youth.

I know many in the music industry are struggling to survive: from musicians, DJs, sound engineers and festival organisers, to music venue promoters, lighting technicians and stage crews. The government in the UK needs to do more to provide for us and help with our mental anguish. Like many in the arts here, we’ve been abandoned and left to fend for ourselves. If you love a band, buy their music or merchandise, support local music venues or crowdfunding ventures. Your support, no matter how large or small, makes all the difference. All around the world, in every time and place, a musician, band or DJ has saved someone's life. It happens all the time. Today, we in the music industry need you to save us.



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barbarismos

barbarismos
El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

las cosas como son

las cosas como son II

las cosas como son II