Whitehouse es el epítome de la música extrema. La exageración hasta la parodia de todo lo que nos hace sentir incómodos.
El fugaz paso de William Bennett como guitarrista de Essential Logic en 1979 se convirtió en epifanía al compartir gira con Robert Rental y Daniel Miller. El primero le vendió el sintetizador Wasp con el que esculpiría su sonido, y el fundador de Mute le descubrió un amplio abanico sonoro experimental y le animó amontar su propio sello.
Siempre en compañía de otros, Whitehouse, tras los dos álbumes del proyecto Come en 1980 y 1981, fue la plasmación del sueño de William Bennett de someter a la audiencia. Eso se tradujo en una molesta combinación de frecuencias bajas revuelve estómagos, un revoloteo de pitidos, oleadas de ruido blanco y una voz distorsionada gritando desde el infierno incómodas proclamas de dominación sexual y (según el concepto de cada álbum) enfermiza fijación con asesinos en serie.
Algo así como la banda sonora de las transmisiones snuff del canal pirata de "Videodrome", "Great White Death" fue su noveno disco en cinco años y el que dio por agotado el asunto con animaladas como "You Don't Have To Say Please" o "I'm Coming Up Your Ass", himnos que quitan la máscara a tanta cínica canción de amor. Desde Birmingham hasta Japón, Whitehouse ha servido de guía a lo más extremo del metal y la electrónica. Su regreso en 1990 mostró que solo Bennett iba a ser capaz de depurar la fórmula.
FÉLIX SUÁREZ
Rock de Lux # 333, Noviembre 2014
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