¿Cómo funcionan en
la práctica las religiones de cara a la suprema amenaza que, según ellas, nos
ayudarán a superar? En lo esencial, a través de la fe. En verdad es ella y
sólo ella la que puede hacer recaer sobre nosotros la gracia de Dios. Afirman
que si tienes fe en El, Dios te salvará, y de ahí que ante todo exijan humildad
que, a sus ojos (y esto es algo que no dejan de repetir los mejores pensadores cristianos, desde san Agustín a Pascal), es lo contrario de la arrogancia y
la vanidad propias de la filosofía. ¿Por qué lanzar esta acusación contra el pensamiento
libre? Pues simplemente porqué la filosofía también pretende salvarnos, si no
de la muerte misma, al menos de la angustia que nos inspira, pero recurriendo
sólo a nuestras propias fuerzas y con la sola ayuda de la razón. He ahí, al
menos desde un punto de vista estrictamente religioso, el orgullo
filosófico por excelencia, la insufrible audacia ya perceptible en los primeros
filósofos, los de la Grecia antigua, muchos siglos antes de Jesucristo.
Al no lograr creer
en un Dios salvador, el filósofo es, ante todo, aquel que cree que conociendo
el mundo, comprendiéndose a sí mismo y a los demás en la medida que nos lo
permite nuestra inteligencia, se puede llegar a superar los miedos, pero más
que desde una fe ciega, desde la lucidez.
En otras palabras,
si las religiones se definen a sí mismas como doctrinas de salvación a través
de Otro, por la gracia de Dios, podríamos definir los grandes sistemas filosóficos
como doctrinas de la salvación por uno mismo, sin la ayuda de Dios.
Así, Epicuro definía
la filosofía como una «medicina para el alma» cuyo objetivo último era hacernos
comprender que «no se debe temer la muerte». Esta idea compendia todo el
programa filosófico que su discípulo más destacado, Lucrecio, expusiera en su
poema "De la naturaleza de las cosas":
Ante todo es preciso
dar caza y destruir ese miedo al Aqueronte [el río de los infiernos] que,
penetrando hasta lo más hondo de nuestro ser, envenena la vida humana, todo lo
colorea con la negrura de la muerte y no permite que ningún placer subsista
limpio y puro.
Y todo esto se
aplica igualmente a Epicteto, uno de los mayores representantes de otra escuela
filosófica de la Grecia antigua de la que te voy a hablar en un instante, el
estoicismo, que acabará reconduciendo todos los interrogantes planteados por
la filosofía a una misma y única fuente: el miedo a la muerte.
Escuchemos, por un
instante, cómo se dirige a su discípulo intercambiando con él algunas
observaciones:
¿Tienes claro, le
dice, que el origen de todos los males para el hombre, de la abyección, de la
bajeza, es [...] el miedo a la muerte? Adiéstrate contra ella; que a ello
tiendan todas tus palabras, todas tus lecturas, todos tus estudios y llegarás
a saber que es el único medio que existe para hacer libres a los hombres.
2006
No hay comentarios.:
Publicar un comentario