QUIEN ES REALMENTE ESTE TERRORISTA? CUANDO SE ARREPIENTE Y CUANDO PAGA SU DEUDA $ CON EL ESTADO?
Caretas trato de investigar quién era realmente este delincuente pero lo callaron, más probable con dinero que con censura. Se llama Kenya Iname Inomoto (alias Alberto Fujimori), según un artículo escrito en la revista La Nueva Bandera en EEUU en los 90's, su padre, fue un ex presidiario de la mafia japonesa Los Yakuza que había inmigrado al Perú durante la Segunda Guerra Mundial con el apellido falso de Fujimori. A los pocos meses en Lima, fue apresado por la policía del Peru y entregado por el gobierno de Prado a las autoridades de EEUU que lo tuvieron en un campo de concentración en Texas junto a otros japoneses residentes en Latino América y EEUU hasta el final de la guerra. Es obvio que el ex convicto volvió al Perú.
Ese es el tronco familiar de este asesino que junto a Montesinos y asesoría de la CIA dirigieron el destacamento militar Colina, no solo superviso el horno humano en el sótano del local donde vivía (local del SIN en el Pentágonito) sino se exhibió para la prensa pisoteando los cuerpos de los presos maoístas victimas del genocidio de Cantogrande.
Como ya sabemos ideológica e intelectualmente es muy pobre, nos embaucó con su aparente practicabilidad (tecnológia-honestidad-trabajo) muy posible un recetario preparado por la embajada yanqui, en fin un criollo pendejo como describe Gonzales Viana en su artículo abajo, pero todavía pocos saben su DNA de ladron genocida en potencia. Escogió como heredera de todo lo robado, estimado en 6 mil millones de dólares, a su hija Keiko, "tiene pasta" dijo. La presencia política de esta mafiosa hizo elegir como mal menor a Humala y Kuczynski grandes corruptos y vendepatrias, y seguirá este rol nefasto si el pueblo organizado y su vanguardia no liquide y entierre a esta mafia. O existe otra salida? (WILLIAM PALOMINO)
Por Eduardo González Viaña
¿Te arrepientes de ser terrorista?
No, por supuesto. Tú no te arrepientes porque no eres un caído del guabo. No te arrepientes porque el ministro de interior te llamó “señor expresidente” y el presidente actual te mandó saludos con tu hija. No te arrepientes, Alberto Kenya Fujimori porque no eres un noble japonés sino un criollo pendejo.
¡Por qué te vas arrepentir si nadie te llama terrorista y, además, sobre el país ha caído tal amnesia que, a lo máximo, se dice que diste órdenes, pero que no ejecutaste ningún crimen. Voy a hacerte recordar uno de ellos: Durante tu gobierno, una mañana lluviosa llegaste al aeropuerto de Lima en un avión militar. Ante los periodistas, narraste lo que habías estado haciendo a bordo. Les contaste que había viajado con un preso político, que lo tenían atado y de pie y que le decías que en cuanto llegaran al mar lo iban a arrojar. Con tu castellano infame seguido de un carcajeo nipón, agregabas que el hombre se orinaba de miedo. ¿Qué pasó después? ¿Nos puedes decir ahora cómo se llamaba y dónde lo tiraron? ¿Estaba el presidente del Perú torturando y asesinando a un hombre?
¡Qué bravo eras Fujimori!... Ese hombre que eras no se parece en nada al que ahora, por las noches, pide que lo internen en una clínica porque lo persiguen los fantasmas del profesor y los estudiantes de La Cantuta que fueron quemados vivos.
Eras un terrorista, Fujimori. La perversidad y el pánico son los únicos medios “de persuasión” que utiliza un gobierno terrorista. A ellos hay que agregar los vasos de leche del asistencialismo. Se explican así las multitudes que bailaban el “son del chino” y forman hoy la banda política que reclama tu indulto, el fujimorismo que censura y detiene la marcha del país. Y sin embargo, ese “partido” es aceptado mientras que los ancianos que solicitan paz y amnistía son calificados de terroristas.
No, Fujimori. Tú fuiste y serás un terrorista. Con el Congreso y los jueces a tus pies, con el satánico apoyo del Cardenal Cipriani y con periodicuchos de calatas pagados con nuestro dinero, manejaste los controles del pánico y formaste en el pueblo una mentalidad propicia a aceptar el infierno. Así formaste un clima de sospecha (que persiste) en el que todos debemos probar que no somos terroristas ni antipatriotas. En esas condiciones, unos se rebelan, otros callan y muchos aplauden.
Por eso, al pasar tu dictadura, cuando fugaste al Japón, la gente -que había visto los cadáveres calcinados de los universitarios y que había escuchado el aullido de las 200 mil mujeres esterilizadas contra su voluntad y que sabía de los miles de campesinos ejecutados en los Andes- justificó cualquier perversidad con el estribillo de que así Fujimori acabó con el terrorismo.
¿Te arrepientes de ser terrorista? Ésa pregunta que debería ser lanzada contra ti en primer término ha sido escupida ahora por una mesnada de periodistas. Ellos se han pasado la semana persiguiendo, humillando, maltratando y burlándose de una mujer que salía de la cárcel luego de haber vivido allí 25 años, la mitad de su vida.
Nunca en el Perú habíamos visto tanta perversidad contra una mujer. Nunca habíamos presenciado tanta cobardía. Nunca habíamos visto tanto conservador entre personas que no tienen nada que conservar ni jóvenes que acompañen con tanto fervor la persecución de una mujer torturada. No nos extraña por eso que entre los jóvenes haya tantos problemas de virilidad, según revelan las estadísticas de salud. Tú has encanallado Perú, Fujimori. No sé si alguna vez te arrepentirás, pero ahora somos nosotros quienes tenemos que exorcizar tu recuerdo y ante el miedo impuesto por leyes tan feroces como la de la apología que todavía subsisten, tenemos que superar el pánico y tratar de vivir con valentía como se debe vivir en un país democrático y decente.
O tal vez tenemos que olvidarte y tratar de perdonarnos los unos a los otros que es la única forma de recuperar la condición humana.
Caretas trato de investigar quién era realmente este delincuente pero lo callaron, más probable con dinero que con censura. Se llama Kenya Iname Inomoto (alias Alberto Fujimori), según un artículo escrito en la revista La Nueva Bandera en EEUU en los 90's, su padre, fue un ex presidiario de la mafia japonesa Los Yakuza que había inmigrado al Perú durante la Segunda Guerra Mundial con el apellido falso de Fujimori. A los pocos meses en Lima, fue apresado por la policía del Peru y entregado por el gobierno de Prado a las autoridades de EEUU que lo tuvieron en un campo de concentración en Texas junto a otros japoneses residentes en Latino América y EEUU hasta el final de la guerra. Es obvio que el ex convicto volvió al Perú.
Ese es el tronco familiar de este asesino que junto a Montesinos y asesoría de la CIA dirigieron el destacamento militar Colina, no solo superviso el horno humano en el sótano del local donde vivía (local del SIN en el Pentágonito) sino se exhibió para la prensa pisoteando los cuerpos de los presos maoístas victimas del genocidio de Cantogrande.
Como ya sabemos ideológica e intelectualmente es muy pobre, nos embaucó con su aparente practicabilidad (tecnológia-honestidad-trabajo) muy posible un recetario preparado por la embajada yanqui, en fin un criollo pendejo como describe Gonzales Viana en su artículo abajo, pero todavía pocos saben su DNA de ladron genocida en potencia. Escogió como heredera de todo lo robado, estimado en 6 mil millones de dólares, a su hija Keiko, "tiene pasta" dijo. La presencia política de esta mafiosa hizo elegir como mal menor a Humala y Kuczynski grandes corruptos y vendepatrias, y seguirá este rol nefasto si el pueblo organizado y su vanguardia no liquide y entierre a esta mafia. O existe otra salida? (WILLIAM PALOMINO)
Por Eduardo González Viaña
¿Te arrepientes de ser terrorista?
No, por supuesto. Tú no te arrepientes porque no eres un caído del guabo. No te arrepientes porque el ministro de interior te llamó “señor expresidente” y el presidente actual te mandó saludos con tu hija. No te arrepientes, Alberto Kenya Fujimori porque no eres un noble japonés sino un criollo pendejo.
¡Por qué te vas arrepentir si nadie te llama terrorista y, además, sobre el país ha caído tal amnesia que, a lo máximo, se dice que diste órdenes, pero que no ejecutaste ningún crimen. Voy a hacerte recordar uno de ellos: Durante tu gobierno, una mañana lluviosa llegaste al aeropuerto de Lima en un avión militar. Ante los periodistas, narraste lo que habías estado haciendo a bordo. Les contaste que había viajado con un preso político, que lo tenían atado y de pie y que le decías que en cuanto llegaran al mar lo iban a arrojar. Con tu castellano infame seguido de un carcajeo nipón, agregabas que el hombre se orinaba de miedo. ¿Qué pasó después? ¿Nos puedes decir ahora cómo se llamaba y dónde lo tiraron? ¿Estaba el presidente del Perú torturando y asesinando a un hombre?
¡Qué bravo eras Fujimori!... Ese hombre que eras no se parece en nada al que ahora, por las noches, pide que lo internen en una clínica porque lo persiguen los fantasmas del profesor y los estudiantes de La Cantuta que fueron quemados vivos.
Eras un terrorista, Fujimori. La perversidad y el pánico son los únicos medios “de persuasión” que utiliza un gobierno terrorista. A ellos hay que agregar los vasos de leche del asistencialismo. Se explican así las multitudes que bailaban el “son del chino” y forman hoy la banda política que reclama tu indulto, el fujimorismo que censura y detiene la marcha del país. Y sin embargo, ese “partido” es aceptado mientras que los ancianos que solicitan paz y amnistía son calificados de terroristas.
No, Fujimori. Tú fuiste y serás un terrorista. Con el Congreso y los jueces a tus pies, con el satánico apoyo del Cardenal Cipriani y con periodicuchos de calatas pagados con nuestro dinero, manejaste los controles del pánico y formaste en el pueblo una mentalidad propicia a aceptar el infierno. Así formaste un clima de sospecha (que persiste) en el que todos debemos probar que no somos terroristas ni antipatriotas. En esas condiciones, unos se rebelan, otros callan y muchos aplauden.
Por eso, al pasar tu dictadura, cuando fugaste al Japón, la gente -que había visto los cadáveres calcinados de los universitarios y que había escuchado el aullido de las 200 mil mujeres esterilizadas contra su voluntad y que sabía de los miles de campesinos ejecutados en los Andes- justificó cualquier perversidad con el estribillo de que así Fujimori acabó con el terrorismo.
¿Te arrepientes de ser terrorista? Ésa pregunta que debería ser lanzada contra ti en primer término ha sido escupida ahora por una mesnada de periodistas. Ellos se han pasado la semana persiguiendo, humillando, maltratando y burlándose de una mujer que salía de la cárcel luego de haber vivido allí 25 años, la mitad de su vida.
Nunca en el Perú habíamos visto tanta perversidad contra una mujer. Nunca habíamos presenciado tanta cobardía. Nunca habíamos visto tanto conservador entre personas que no tienen nada que conservar ni jóvenes que acompañen con tanto fervor la persecución de una mujer torturada. No nos extraña por eso que entre los jóvenes haya tantos problemas de virilidad, según revelan las estadísticas de salud. Tú has encanallado Perú, Fujimori. No sé si alguna vez te arrepentirás, pero ahora somos nosotros quienes tenemos que exorcizar tu recuerdo y ante el miedo impuesto por leyes tan feroces como la de la apología que todavía subsisten, tenemos que superar el pánico y tratar de vivir con valentía como se debe vivir en un país democrático y decente.
O tal vez tenemos que olvidarte y tratar de perdonarnos los unos a los otros que es la única forma de recuperar la condición humana.
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