Reflexionemos en lo que percibimos y en consecuencia en lo que y/o como, nuestro cerebro interpreta. Al igual que en la imagen, equiparablemente nuestra imaginación interpreta, construye y/o inventa deidades que mitiguen incertidumbres, nos den paz y otorguen el cotidiano sentido a nuestra experiencia de ser; siendo simples irrealidades, sustentados en estados neuronales. Asunto meramente psicológico ya que la visión interpretativa carece de equivalente en la realidad objetiva, solo reiterando, subsiste en la imaginación.
Lo predominante en el ser humano son sus sentimientos y emociones, cotidianamente estos estados de ánimo determinarán sus perspectivas y energías en la consecución de sus metas y sueños; procesos y estados que bien pueden darse inconsciente y/o conscientemente, luego de donde surgen y emanan dichos estados? El proceso evolutivo dio lugar a estos mecanismos de estímulo respuesta para fortalecer la supervivencia y propagación de la especie, acompañados de la cualidad de pensar, reflexionar y razonar; todo ello surge del sistema neuronal inclusive esa propiedad que nos da identidad, la experiencia de un Yo percatado, observador, reaccionante e interpretador.
La denominada Fe –una visión subjetiva--es tan solo un consuelo emocional empleado para apaciguar la incertidumbre de y en la existencia, lo agreste de la misma y auto brindarse significación tanto para el momento presente y a la vez fortaleciendo un ensoñamiento de inmortalidad ante la carencia de prueba incontrovertible de dicha inmortalidad.
Algunos o más de alguno se alterará ante la tácita declaración de: “ningún dios existe”, demuéstralo! clamarán muchos en coro. Los más inclinados a las perspectivas filosóficas afirmarán que algo así existe, argumentación que hace y da por hecho su existencia real y absoluta, sin embargo ninguno de sus argumentos poseerá solidez, tan solo si acaso validez en su construcción lógica, más ello no determina su existencia real; ninguno inclinado a la metodología científica apoyará su ineludible existencia –ya que eludiría se le exija lo pruebe--. Sin distinguir entre existencia real y objetiva de existencia abstracta y virtual, acudirían como supuestas evidencias a la objetividad y complejidad de la naturaleza, la vida y el universo, dando lugar a una postura y/o posicionamiento de interpretación superficial, subjetiva y carente de indagación que lo confirme. Estará en ello implícito el enorme desconocimiento del funcionamiento neuronal y de los prejuicios innatos –repitiendo: configurados durante la selección natural para la supervivencia y propagación de la especie--para establecer la visión que asumen como verdad. Agregando algo más a estas opiniones del teísta o deísta, ellos también citarán científicos y/o filósofos que avanzando en los conocimientos verificables de las ciencias se manifiestan como creyentes incondicionales y luego adjudicándoles o sugiriendo solapadamente que ha sido la fe en el citado ser sobrenatural lo que ha dado lugar a sus dichos avances en el conocimiento y realidad objetiva –solo evidencian sesgos de confirmación--.
Ni “Dios” ni “dioses” existen. El termino lingüístico con el que los denominamos, surge de las construcciones mentales de nuestro multicitado sistema neuronal –que posee tendencias a estimar fantasmas por doquier--, que imagina y/o “ve”, “siente”, supone entes y presencias, simbolizando nuestros anhelos y auto engaños para subsanar nuestra indefensión existencial, abrogarnos esperanza, confort y consuelo cotidiano más ensueños de trascendencia e inmortalidad. En consecuencia una idealización, construcción abstracta y profundo anhelo para satisfacer la consciente nimiedad de nuestra presencia en este planeta y la naturaleza. Configuradas durante el proceso evolutivo y la selección natural que facilitaron la aparición de los homininos.
Inconscientemente desde el periodo gestacional (a partir de los 3 meses de la concepción) se forma en nuestro sistema neuronal, la presencia (reiterando, inconscientemente desde luego) de un algo sustentador y protector, sin posible explicación racional alguna aún, que en condiciones normales asegura nuestros procesos metabólicos y un adecuado proceso homeostático, esta percepción y atestiguamiento tiende a cobrar fuerza y presencia en momentos de necesidad, incertidumbre, temor y peligro, algunos seres humanos que durante la citada gestación se ven expuestos a fallas en esa asistencia biológica presentaran deficiencias en varios aspectos de su configuración neuronal; la mayoría de los “normales” tendrán la propensión a intentar perdurar esta asistencia vital y significativa para todo su periodo de vida e inclusive buscando su veracidad para librar el pavor a la mortalidad una vez comprendida esta y darán por hecho su existir en dimensiones que denominaran sobrenaturales. Añorando la realidad de un algo que los vuelva inmortales.
JORGE PAPPAS
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