Hoy en día solo es real aquello que podemos tocar, y, por tanto, solo de eso debemos preocuparnos. Sobre esta ideología científica, materialista y utilitaria se fundamenta nuestra sociedad de consumo. Como dice el psicoanalista Sándor Ferenczi: «La ciencia debe ser comparada a una empresa industrial que se ocupa de fabricar nuevos valores».
El materialismo que domina nuestra cosmovisión se refleja en el siguiente axioma: «Somos lo que tenemos». ¿Por qué es tan importante lo que tenemos? Porque refleja la posición que ocupamos como individuos en la estructura social. Esta relación con nuestro entorno es a su vez lo que determina nuestra identidad. No nos referimos a la cantidad o lujo de cosas que poseamos, sino a las constelaciones y combinaciones que de ellas hacemos de acuerdo con su significación social. Gracias a objetos materiales (complementos, vehículos, productos informáticos, imágenes fotográficas) construimos nuestra imagen social. De esta manera, los modernos deberán ajustarse a un tipo de moda, contar con dispositivos de la marca Apple (de los que harán siempre apología), interesarse por lo analógico retro, venerar el vinilo, consumir ciertas cosas en cierto tipo de locales, y todo lo que ya hemos comentado. Esta ideología considera que somos más especiales dependiendo de las cosas materiales que tengamos, como si estas fuesen parte de nosotros, o creación nuestra. No vamos a escribir una apología de los bienes espirituales pero, ¿qué relación tendrá mi identidad con un objeto que por su carácter de mercancía es necesariamente externo a mí? En un video de YouTube de Maroon 5, un comentario decía que el cantante se había descamisado para presumir de tatuajes, y me preguntaba yo, ¿cómo podrá él presumir de tatuajes? ¿Los ha diseñado él? ¿Son producto de su creatividad? Al igual que en la Edad Media se compraban indulgencias, nada menos que para ir al cielo tras la muerte, parece que hoy puede comprarse uno cosas de las que presumir. A pesar de resultar chocante, la idea de presumir de algo que se ha comprado es absurda desde un punto de vista lógico, y solo se sustenta en la imposición dogmática de esta idea forzada a base del hábito. Uno solo estaría legitimado a alardear de aquello que es parte de sí mismo o producto de su trabajo: inteligencia, talento, belleza.
El moderneo más perspicaz, sin embargo, intuye esto, por lo que el consumo deberá ir más allá. Sí, el hipsterismo más radical querrá obtener exclusividad a través del gasto económico, pero no una exclusividad asociada al lujo, sino a la originalidad con la que gasta los recursos: mi estilo a la hora de consumir me hace exclusivo. La distinción, en este caso, viene marcada por el buen gusto y la originalidad con la que compro (siempre dentro de un paradigma estético definido). En este «saber hacer» se manifiesta una identidad más verdadera, que no se puede disimular. Como es natural, algunos modernos que cuentan con una gran confianza en sí mismos aspiran a diferenciarse gracias a su talento a la hora de saber consumir; lo que refleja aptitudes intelectuales y estéticas más individualizadas. En el fondo es una forma de elegancia, si tenemos en cuenta que etimológicamente es elegante aquel que sabe elegir y extrae así el máximo partido de lo que tiene a su alcance. En este caso, hallamos una separación dentro de la propia subcultura: la distinción entre modernos de masas, y, otros, los que saben elegir.
Partiendo de esto construimos nuestras identidades. En el marco del moderneo, la inteligencia, habilidades y talentos desvinculados del gasto económico pasan a un segundo plano, mientras que lo que expresamos con nuestro consumo (expresamos lo que somos comprando cosas) resulta primordial. Esto se debe principalmente a que muchos valores y aptitudes sustanciales no se pueden comprar. En una sociedad de consumo los elementos intransferibles (aptitudes) pasarán a un segundo plano, ya que es algo con lo que no se puede comerciar. La gente tratará de adquirir «maná» o prestigio social gracias al consumo y a la adopción de constelaciones, no a través del desarrollo personal y el incremento de costumbres transformadoras. Aquí se pone de manifiesto la importancia de lo colectivo (dogmas relativos al prestigio) frente a lo individual (habilidades propias de cada cual). Es lo grupal y su discurso lo que siempre debe imponerse. El sujeto se desintegra ante las demandas del todo. El moderneo es un terreno en el que las modas y camisas de fuerza de signo colectivista tienen especial importancia.
Ir a la última parece reforzar la identidad personal de la persona, que se distingue así de la gente normal cuando, en realidad, domina una contradicción. Hablamos de una individualidad alienada que se ajusta a los patrones dominantes y que, en el mejor de los casos, solo encuentra salida en estilos individualizados de consumo. En este proceso experimentamos lo que Guy Debord llamó «el goce elemental de la sumisión».
En el fondo el materialismo al que nos referimos esconde una imperiosa necesidad de trascendencia, que antes era lograda por medios espirituales. Esta necesidad es la base de toda la vorágine de placer a la que aspira el moderno del siglo XXI. También se manifiesta en la necesidad de pertenecer al grupo, de des-individualizarnos, de mimetizarnos con el colectivo. Trascender en este sentido consiste básicamente en conectar con los demás, en ir más allá de uno mismo. En la pertenencia buscamos un sentimiento oceánico que nos vincule al todo. Algunos estudios psicológicos señalan cómo integrarse en un grupo es esencial para la salud tanto física como psicológica. El moderneo puede servir para superar el aislamiento existencial y conectarnos con nuestro entorno gracias a la articulación de relaciones sociales relativamente sanas y satisfactorias a nivel identitario. Aunque ajustarse a las exigencias colectivas sea algo alienante porque puede interferir con la realización plena del individuo, este sacrificio siempre cuenta con recompensas a corto y medio plazo, sin las cuales nadie se haría moderno.
IÑAKI DOMINGUEZ
Sociología del Moderneo
2017
No hay comentarios.:
Publicar un comentario