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viernes, 5 de noviembre de 2021

Les Modernes 4


Hoy en día solo es real aquello que podemos tocar, y, por tanto, solo de eso debemos  preocuparnos. Sobre esta ideología científica, materialista y utilitaria se fundamenta nuestra sociedad de consumo. Como dice el psicoanalista Sándor Ferenczi: «La ciencia debe ser comparada a una empresa industrial que se ocupa de fabricar nuevos valores».

El materialismo que domina nuestra cosmovisión se refleja en el siguiente axioma: «Somos lo que tenemos». ¿Por qué es tan importante lo que tenemos? Porque refleja la posición que ocupamos como individuos en la estructura social. Esta relación con nuestro entorno es a su vez lo que determina nuestra identidad. No nos referimos a la cantidad o lujo de cosas que poseamos, sino a las constelaciones y combinaciones que de ellas hacemos de acuerdo con su significación social. Gracias a objetos materiales  (complementos, vehículos, productos informáticos, imágenes fotográficas) construimos nuestra imagen social. De esta manera, los modernos deberán ajustarse a un tipo de moda, contar con dispositivos de la marca Apple (de los que harán siempre apología), interesarse por lo analógico retro, venerar el vinilo, consumir ciertas cosas en cierto tipo de locales, y todo lo que ya hemos comentado. Esta ideología considera que somos más especiales dependiendo de las cosas materiales que tengamos, como si estas fuesen parte de nosotros, o creación nuestra. No vamos a escribir una apología de los bienes espirituales pero, ¿qué relación tendrá mi identidad con un objeto que por su carácter de mercancía es necesariamente externo a mí? En un video de YouTube de Maroon 5, un comentario decía que el cantante se había  descamisado para presumir de tatuajes, y me preguntaba yo, ¿cómo podrá él presumir de tatuajes? ¿Los ha diseñado él? ¿Son producto de su creatividad? Al igual que en la Edad Media se compraban indulgencias, nada menos que para ir al cielo tras la muerte, parece que hoy puede comprarse uno cosas de las que presumir. A pesar de resultar chocante, la idea de presumir de algo que se ha comprado es absurda desde un punto de vista lógico, y solo se sustenta en la imposición dogmática de esta idea forzada a base del hábito. Uno solo estaría legitimado a alardear de aquello que es parte de sí mismo o producto de su trabajo: inteligencia, talento, belleza.

El moderneo más perspicaz, sin embargo, intuye esto, por lo que el consumo deberá ir más allá. Sí, el hipsterismo más radical querrá obtener exclusividad a través del gasto económico, pero no una exclusividad asociada al lujo, sino a la originalidad con la que gasta los recursos: mi estilo a la hora de consumir me hace exclusivo. La distinción, en este caso, viene marcada por el buen gusto y la originalidad con la que compro (siempre dentro de un paradigma estético definido). En este «saber hacer» se manifiesta una  identidad más verdadera, que no se puede disimular. Como es natural, algunos modernos que cuentan con una  gran confianza en sí mismos aspiran a diferenciarse gracias a su talento a la hora de saber consumir; lo que refleja aptitudes intelectuales y estéticas más individualizadas. En el fondo es una forma de elegancia, si tenemos en cuenta que etimológicamente es elegante aquel que sabe elegir y extrae así el máximo partido de lo que tiene a su alcance. En este caso, hallamos una separación dentro de la propia subcultura: la distinción entre modernos de masas, y, otros, los que saben elegir. 

Partiendo de esto construimos nuestras identidades. En el marco del moderneo, la inteligencia, habilidades y talentos desvinculados del gasto económico pasan a un segundo plano, mientras que lo que expresamos con nuestro consumo (expresamos lo que somos comprando cosas) resulta primordial. Esto se debe principalmente a que muchos valores y aptitudes sustanciales no se pueden comprar. En una sociedad de consumo los elementos intransferibles (aptitudes) pasarán a un segundo plano, ya que es algo con lo que no se puede comerciar. La gente tratará de adquirir «maná» o prestigio social gracias al consumo y a la adopción de constelaciones, no a través del desarrollo personal y el incremento de costumbres transformadoras. Aquí se pone de manifiesto la importancia de lo colectivo (dogmas relativos al prestigio) frente a lo individual (habilidades propias de cada cual). Es lo grupal y su discurso lo que siempre debe imponerse. El sujeto se desintegra ante las demandas del todo. El moderneo es un terreno en el que las modas y camisas de fuerza de signo colectivista tienen especial importancia.

Ir a la última parece reforzar la identidad personal de la persona, que se distingue así de la gente normal cuando, en realidad, domina una contradicción. Hablamos de una individualidad alienada que se ajusta a los patrones dominantes y que, en el mejor de los casos, solo encuentra salida en estilos individualizados de consumo. En este proceso  experimentamos lo que Guy Debord llamó «el goce elemental de la sumisión».

En el fondo el materialismo al que nos referimos esconde una imperiosa necesidad de trascendencia, que antes era lograda por medios espirituales. Esta necesidad es la base de toda la vorágine de placer a la que aspira el moderno del siglo XXI. También se manifiesta en la necesidad de pertenecer al grupo, de des-individualizarnos, de mimetizarnos con el colectivo. Trascender en este sentido consiste básicamente en conectar con los demás, en ir más allá de uno mismo. En la pertenencia buscamos un sentimiento oceánico que nos vincule al todo. Algunos estudios psicológicos señalan cómo integrarse en un grupo es esencial para la salud tanto física como psicológica. El moderneo puede servir para superar el aislamiento existencial y conectarnos con nuestro entorno gracias a la articulación de relaciones sociales relativamente sanas y satisfactorias a nivel identitario. Aunque ajustarse a las exigencias colectivas sea algo alienante porque puede interferir con la realización plena del individuo, este sacrificio siempre cuenta con recompensas a corto y medio plazo, sin las cuales nadie se haría moderno. 

IÑAKI DOMINGUEZ
Sociología del Moderneo
2017

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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

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las cosas como son II

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