"Juniperfin" es adicción transónica, IDM y soma para una rave espiritual en un futuro que nunca podrá ser porque no lo merecemos.
Todavía atraviesa mi mente el recuerdo de la mañana en que Chrs Galarreta llevó a mi puerta una cinta de 90 minutos, con el por entonces último release de la dupla peruana más avanzada de todos los tiempos, SILVANIA. Había tenido que tirarme la pera de las clases en la Universidad para poder disfrutar de la joya en cuestión. Antes de que empezaran a llegar copias en CD y LP (con bonus track) por acá y acullá. La fecha, Febrero del 98.
La fantasía vaporosa de Silvania, nos envolvió, desde el inicio, con sus delicadezas y manierismos, en sintonía con la horneada del techno intelligent, capas sintéticas y la cara voz del gran y bello Cocó Revilla. Confieso que sentí al disco influenciado por el “Clean pit and lid” (1996) de Disjecta, un documento básico de los 90 avantgarde peruchos. Evidentemente también por Brian Eno y sus famosos trabajos ambientales. Luego leería alguna review española, en la Rock de Lux si mal no recuerdo, que catalogaba este artefacto como inscrito en la escuela de Scanner.
En Juniperfin Mario y Cocó vuelan lejos y dejan muy atrás a toda la cofradía indie chapetona, con sus Planetas y Familys. Juniperfin es adicción electrosónica, IDM y soma para una rave espiritual en las playas de un futuro que nunca podrá ser porque no lo merecemos. El hombre es demasiado simplón para las galaxias. Tal cual profetizara Sara Malsonando en Spiral (febrero, 1995): “España no se merece este grupo. Quizá si fuesen ingleses les sería reconocida su grandeza”. Y no crean que en Lima la situación era distinta. A los fans de lo alterno, admiradores de bandas como Oasis o Radiohead, estas músicas les sabían a repetición sin técnica ni mérito. Dispénseseme de volver a contar la historia con los retrógados dark wavers y shoegazers formulaicos de ese entonces. Está visto que en el reino de los ciegos, el tuerto es rey.
Música pop de magos, chamanes y druidas. Silvania erige el disco de electrónica peruana y latinoamericana más espectacular de la Historia. ¿Miki Gonzalez, Daniel Melero, Cerati? Palidecen todos ante la perfección, poesía y genio desplegado por la dupla en el cenit de su discografía. Justo tras el “Delay Tambor” (1996), de la mano de Autechre, Seefeel, Scorn, Scanner y Locust. Su liga.
“Estamos ante un verdadero cruce de caminos donde van confluyendo melodías suntuosas, ritmos hipnóticos y ambientes evocadores. Necesita múltiples escuchas, que te van permitiendo el descubrimiento de mil y un detalles que hacen que perdure en tu memoria de forma continuada”. Luciano Alvarez, AB Diciembre 97
Juniperfin y Silvania pertenecen a la estirpe de ententes y acontecimientos que nos hablan desde una época perdida, un reino celeste donde el ardor y la música son acompañados de actitudes rupturistas y desprecio por las estrategias de marketing. Tal zeitgeist vio florecer maravillas como Aphex Twin, Disco Inferno, Seefeel o, en nuestras latitudes, la movida Crisálida Sónica. Un renacimiento interrumpido por el envilecimiento y adocenamiento neoliberal que transforma todo, Internet incluido, en el nirvana de las moscas del mercado. Nietzsche, el desmitificador, ya lo vio: “Solo la música enferma hace dinero hoy”.
Wilder Gonzales Agreda.
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