La obsesión por el género y la sexualidad de los actores del campo reaccionario se observa y estudia en la academia feminista, pero está todavía infrateorizada fuera de sus confines. Desde la izquierda, se interpreta con frecuencia como una «cortina de humo» para eludir la discusión de problemas más importantes (Ver Melo y Teixeira, infra). Graff, Kapur y Walters plantean, sin embargo, que el antagonismo hacia el feminismo no es solo una estrategia política, sino que es también un «sentimiento» anidado en el corazón de la derecha y una plataforma para reclutar adeptos (2019: 541).
Entendemos que la actual ofensiva «antigénero» es, en último término, una ofensiva patriarcal; no solo, como señala Pateman (1995), por afirmar el poder de los hombres en tanto hermanos en el patriarcado moderno, sino también, en el sentido más clásico, por reavivar su poder en tanto padres (padres de familia, de la iglesia, de la nación, de la cultura, etc.)."
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Es en este sentido que esperamos tener eco más allá de los confines del feminismo pues, de forma un tanto paradójica, la reacción ha puesto el género y la sexualidad en el centro del conflicto político. La propuesta, por consiguiente, no es abordar el género en la configuración patriarcal como un «tema» (Mudde, 2007; 2021; Cabezas, infra) o un ámbito de intervención, sino como un núcleo articulador del ciclo reaccionario que vivimos, entendiendo, con Joan Scott, que el género es un «campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder» (1996 [1986]: 292). El género funciona en su dimensión simbólica, tal y como han propuesto algunas autoras, como «pegamento» (Grzebalska, Kováts, y Pető, 2017) para conformar coaliciones de derechas de amplio espectro, atravesando y reconfigurando divisiones políticas e ideológicas anteriores y contextos nacionales diversos en los que cobra cuerpo el ecosistema reaccionario. Desde una óptica populista (Fassin, infra), el género se ha convertido en un «significante vacío» (Laclau, 2012; Mayer y Sauer, 2017) y un «meta-lenguaje» (Dietze y Roth, 2020) para las luchas hegemónicas de nuestros tiempos. Esto convierte al género en un analizador fundamental de los procesos des-democratizadores. Pero, más allá de su dimensión simbólica, en una vertiente materialista y desde una perspectiva animada por la economía política, el género trae de vuelta el problema del gobierno efectivo de la sexualidad, la reproducción biológica y de la fuerza de trabajo y, en un sentido general, el control de las mujeres en esta fase del capitalismo (Marugán y Vega, 2002). En juego está la domesticación, cercamiento y moralización de nuestros cuerpos, trabajos y saberes colectivos (Federici, 2004), además del modo en que se configuran y organizan las fracturas entre los distintos grupos subalternos en el sistema sexogenérico y racial (hombres, mujeres y diversidades en sus jerarquizaciones étnicas y de origen y de clase). En fin, detrás del uso y abuso del género en un plano discursivo y en la contienda política, lo que está en juego es mucho más que ganar adeptos, elecciones o tumbar determinadas políticas públicas.
Madrid-Quito, febrero de 2022
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