Además, los seglares no santifican ningún grupo, a ninguna persona ni ningún libro como si ellos, y solo ellos, fueran los únicos custodios de la verdad. En lugar de eso, las personas laicas santifican la verdad allá donde pueda revelarse: en antiguos huesos fosilizados, en imágenes de lejanas galaxias, en tablas de datos estadísticos o en los escritos de las diversas tradiciones humanas. Este compromiso con la verdad está en la base de la ciencia moderna, que ha permitido a la humanidad desintegrar el átomo, descifrar el genoma, seguir la huella de la evolución de la vida y comprender la historia de la humanidad misma.
El otro compromiso fundamental de las personas laicas es con la COMPASIÓN. La ética laica se basa no en la obediencia de los edictos de este o aquel dios, sino en una profunda comprensión del sufrimiento. Por ejemplo, la gente secular se abstiene del homicidio no porque algún libro antiguo lo prohíba, sino porque matar inflige un sufrimiento inmenso a seres conscientes. Hay algo hondamente preocupante y peligroso en las personas que evitan matar solo porque «Dios así lo dice». Estas personas que están motivadas por la obediencia, no por la compasión, ¿qué harán si acaban creyendo que su Dios les ordena matar a herejes, a brujas, a adúlteros o a extranjeros?
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Los compromisos hermanados con la verdad y la compasión resultan también en un compromiso con la IGUALDAD. Aunque las opiniones difieren en lo que concierne a cuestiones de igualdad económica y política, las personas laicas sospechan en esencia de todas las jerarquías apriorísticas. El sufrimiento es el sufrimiento, da igual quién lo padezca; y el saber es el saber, con independencia de quién lo descubra. Es probable que dar un trato de favor a las experiencias o los descubrimientos de una nación, una clase o un género concretos nos haga insensibles e ignorantes. Las personas seglares están sin duda orgullosas del carácter único de su nación, su país y su cultura concretos, pero no confunden «carácter único» con «superioridad». De ahí que, aunque los laicos reconocen sus deberes especiales hacia su nación y su país, no piensan que sean exclusivos, y al mismo tiempo reconocen sus deberes hacia la humanidad como un todo.
No podemos buscar la verdad y la manera de acabar con el sufrimiento sin la LIBERTAD de pensar, investigar y experimentar. De ahí que las personas laicas aprecien la libertad y eviten conceder autoridad suprema a ningún texto, institución o líder como jueces últimos de lo que es verdad y lo que está bien. Los humanos deberían conservar siempre la libertad de dudar, de volver a comprobar, de escuchar una segunda opinión, de escoger un camino distinto. Los laicos admiran a Galileo Galilei, que se atrevió a poner en cuestión que la Tierra se hallara en verdad inmóvil en el centro del universo; admiran a las masas de personas de a pie que asaltaron la Bastilla en 1789 y derrocaron el régimen despótico de Luis XVI, y admiran a Rosa Parks, que tuvo la valentía de sentarse en un asiento de autobús reservado únicamente a pasajeros blancos.
YUVAL NOAH HARARI
21 lecciones para el siglo XXI
(2019)
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