Treinta años después, los peruanos se sienten en el ordinario de sus vidas maltratados a la vez por el Estado y por el mercado. Han pasado treinta años y la ciudadanía ha vivido la experiencia de la profusión de abusos que genera el mercado.
A pesar de lo que propugnó la ideología neoliberal, el neoliberalismo no "liberó" el mercado del Estado. Ni en el Perú ni en otras partes del mundo. Tampoco intentó hacerlo. Fue, por el contrario, una nueva regulación estatal del capitalismo que dio forma a distintas modalidades de captura del Estado, a nuevos modos de gobernanza administrativa, que estimuló la creación de grandes oligopolios en detrimento de la competencia económica. De ahí la denominación propuesta para caracterizar al neoliberalismo a la peruana que es tanto un capitalismo oligopólico como un mercantilismo neoliberal.
Lo que hubo de nuevo a nivel de la regulación económica (el respeto de los contratos, la disciplina macroeconómica) debe entenderse en lazo con lo viejo: tradiciones arraigadas de patrimonialismo, concesiones y prebendas desde lo público, diversos corporativismos empresariales. Aunque tuvieron un papel menos central que en el caso chileno, los fondos de pensión también jugaron un papel importante en la renovación de esta nueva versión del capitalismo rentista.
Esta es la versión mainstream realmente existente del capitalismo en el Perú desde hace treinta años, a veces simplemente denominada como el "modelo". Más allá de las retóricas ideológicas, en los hechos, el neoliberalismo no se opuso al mercantilismo. El neoliberalismo (desde su implementación en la década de 1990 y sin desmayo desde entonces) define diversas estrategias de captura del Estado por parte y en beneficio de grandes grupos económicos. Con un bemol: en el carácter mercantilista de esta variante del capitalismo no solo juegan los grandes grupos económicos formales, sino que también lo hacen varios actores informales e incluso ilegales. Varios de estos disfuncionamientos económicos son denominados o percibidos como corrupción por la opinión pública.
El neoliberalismo denunció, hace treinta años, primero a través de la candidatura de Vargas Llosa y el FREDEMO en 1990, luego en los primeros años del gobierno de Fujimori, la ineficiencia del Estado como el principal escollo para el desarrollo del país y prometió la resolución de los males de la sociedad gracias a la eficiencia del mercado. Treinta años después, los peruanos se sienten en el ordinario de sus vidas maltratados a la vez por el Estado y por el mercado...
La utopía del capitalismo competitivo
Esta perspectiva puede parecer algo bastante menor e incluso llegar a pasar desapercibida, pero el mercantilismo presente en el capitalismo neoliberal es sistemática y durablemente cuestionado por un conjunto de actores que, adhiriendo explícitamente al capitalismo, cuestionan sus derivas oligopólicas anticompetitivas. En varios aspectos, esta otra perspectiva del capitalismo busca resucitar o retornar al celo de lo que caracteriza como el espíritu reformista originario del proyecto neoliberal a inicios de la década de 1990.
La principal estrategia económica reposa en este caso en la capacidad de atraer y promover nuevas inversiones de capital privado nacional e internacional. Pero, para ello, a diferencia de la perspectiva anterior y con el fin de corregir las derivas mercantilistas, se promueve una agenda de reformas denominadas de "segunda generación". Este sería el meollo y el necesario horizonte del nuevo combate: fortalecer las instituciones como Indecopi y los organismos reguladores, Promperú, Proinversión, mantener la independencia y la eficiencia del BCR, la Sunat, el MEF, la SBS (Superintendencia de Banca, Seguros y AFP).
El diagnóstico crítico se centra en el estancamiento del espíritu reformista, del cual habrían adolecido todos los gobiernos desde el 2001 e incluso el segundo gobierno de Fujimori. Si se reconocen variantes en las gestiones gubernamentales desde esa fecha, todas ellas (incluido, por ende, el segundo gobierno de García), terminan in fine siendo cuestionadas por su poco o nulo celo reformador.
El reformismo capitalista avanzado por esta perspectiva supone un conjunto de medidas de claro corte tecnocrático, varias veces en sintonía con las proposiciones económicas mainstream de ciertos organismos internacionales. Las distorsiones propiamente nacionales de la economía de mercado, o las asimetrías de poder a nivel internacional, son relativamente desestimadas o poco ahondadas, y los fenómenos económicos tienden a ser analizados privilegiando como horizonte normativo una serie de indicadores de benchmarking internacional. Es desde este marco de análisis que se estructuran las principales críticas contra los oligopolios, las rentas económicas generadas por el propio Estado, la inercia de la cultura mercantilista o patrimonialista, la fuerza de la evasión y elusión fiscal, etc. El recetario de un capitalismo "auténticamente" competitivo opera como la llave maestra de resolución de todos estos problemas.
Hay una innegable dimensión utópica en esta perspectiva del capitalismo: lograr una sociedad realmente regida por la competencia y la eficiencia del mercado. El término "realmente" resume curiosamente la vocación crítica y el horizonte utópico de esta propuesta de capitalismo.
Sin embargo, en los hechos, lo que fue en el pasado un efectivo aunque desproporcionado discurso antiestatal en las décadas de 1980-1990, pena hoy en día en seducir al electorado. Han pasado treinta años y la ciudadanía ha vivido la experiencia de la profusión de abusos que genera el mercado. La proposición según la cual los males del país se deben principal o únicamente a la deriva mercantilista del neoliberalismo pena en convencer a la ciudadanía, tanto más que varios de los actores que promueven un capitalismo competitivo tienen sólidos vínculos con los grupos mercantilistas. A lo que se añade la trágica toma de consciencia generada por la pandemia: el sector privado no puede hacerse cargo de las grandes funciones del Estado. La privatización de los servicios sociales tiene límites.
DANILO MARTUCCELLI
El Otro Desborde
2024
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